Se puso roja cuando Katia dijo su nombre y caminó hacia ella con una enorme sonrisa en la cara. El color le llegó a las orejas cuando le puso tal vez demasiado amigablemente las manos sobre los hombros.
— Nos han retado -le anunció como si fuera la cosa más normal del mundo, como si ella no fuera mujer y eso no significara que teníamos que...
— ¿¡Besarnos!? —las palabras salieron de su boca con más alarma de la planeada.
— Vamos, Ale, sólo es cosa de juntar los labios, un piquito.
No se dio cuenta del mondo en que empezó a negar con la cabeza. Ni siquiera sabía que se oponía tanto a la idea de besarla.
— ¡Es parte del juego! —protestó— Dijiste que jugaríamos...
Puso cara de berrinche como cada vez que a Ale no se le antojaba comprarle un helado. Por eso accedió, porque era una estrategia que nunca fallaba. Años después lamentaría no haber aprovechado para meterle la lengua a la boca cuando sintió lo dulces y suaves que eran sus labios.
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