sábado, 14 de diciembre de 2013

La profecía

Advertencia: Este escrito tiene spoilers de Festín de cuervos (cuarto libro de Canción de hielo y fuego). Les recomiendo abstenerse de leerlo si no han completado la lectura del libro.





Esa noche la profecía de Maggy la Rana también la acompañó. Volvió a estar en la carpa de la bruja: oscura, demasiado silenciosa para su gusto, con un olor nauseabundo que le heló la sangre. Volteó hacia sus acompañantes, tratando de gritar como la reina regente que ya era, pero sólo encontró a Taena. No estaba Jeyne Farman, la niña que en el verdadero aquel entonces salió corriendo, ni Melara Hetherspoon, quien murió ahogada esa misma noche.

Suspiró de miedo y se recordó que los Lannister no temen. Se acercó hacia donde debería estar la bruja… Taena, con la piel aceitunada y un deje de belleza exótica incluso en la niñez, le tomó la mano, como para intentar detenerla. Cersei casi deseó hacerle caso, abrazarse contra ella y decirle a gritos que se alejaran de ahí, pero un Lannister tampoco es supersticioso y tuvo la impresión de ya haber vivido la escena, una vez, y otra vez, y otra más.

Taena, vestida con encajes de Myr, la siguió. Cersei sintió la satisfacción del poder, lo que seguramente sentiría cualquier hombre cuando una mujer le calentaba la cama. "Es un sueño", supo entones la distante reina regente que se encontraba en Desembarco del Rey durmiendo desnuda junto a Lady Merryweather. Pero antes de que tuviera tiempo de despertar, Maggy la Rana, la maegi, salió de la nada, la arrastró hacia ella y probó su sangre.

— De oro serán sus coronas y de oro sus mortajas. Y cuando las lágrimas te ahoguen, el valonqar te rodeará el cuello blanco con las manos y te arrebatará la vida —susurró con voz metálica, muerta. La dueña de la voz era un despojo humano; restos de carne le colgaban del rostro, las cuencas de los ojos estaban vacías pero extrañamente brillantes y las manos, oh, las manos, se acercaban con tal rapidez, la tocaban, le quitaban la piel…

Despertó sudorosa, conteniendo un grito. A su lado, Taena había abierto los ojos al notar que su reina se había despertado.

— ¿Quiere mi reina que la ayude en algo? —ronroneó. Cersei, recuperando la compostura, le dio un beso rápido en los labios. "Este sueño no huirá con tanta facilidad", meditó mientras pasaba una mano por los muslos oscuros y desnudos de su acompañante.

— Te necesito aquí abajo —decidió, no del todo convencida. Taena se aproximó y, con una sonrisa lasciva, comenzó a lamer la intimidad de la reina. Con eso debería bastar para alejar a sus fantasmas, por lo menos hasta la mañana siguiente, cuando se celebraría otra reunión con los incompetentes miembros del consejo.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Mil veces más



Hizo un esfuerzo tremendo para contener la lengua… y lo logró. Mentalmente no dejaba de maldecir, tampoco de llamarla "puta". La noticia le había caído muy mal, pero parecía causarle más ira que miedo, ansiedad o tristeza. Después de todo, sólo la estaba dejando. "No es por ti, es por mí. Necesito tiempo para estar sola". Debería haberle dicho la verdad: que había conocido a una mujer mucho más atractiva en ese bar de mierda en el que trabajaba y prefería largarse con ella. Lo sabía, Martina lo sabía todo. La había seguido durante varias noches hasta dar con la respuesta.



— No —consiguió articular. Tomó a la perra traidora por la muñeca y prácticamente la arrastró hacia ella—. Tú de aquí no te vas hasta que me digas la verdad.



Vio el miedo reflejado en sus ojos y eso le agradó. No pensaba hacerle daño. Su noviazgo ya había sido demasiado desastroso como para que también lo fuera la ruptura. Sólo debía decir una frase y Martina la soltaría, daría la vuelta y la sacaría de su vida después de maldecirla mil veces más. Pero quería escuchar de los labios que había besado las palabras mágicas: te dejo por otra.



— Vamos —apremió.



— ¿Qué verdad? —le estaba doliendo el apretón de muñeca y su voz estaba un poco rota... por lo menos esperaba que esa fuese la causa.



— ¡¡Que me abandonas!! —respondió dejando en un rincón lo que aún le quedaba de compostura. La soltaría, en serio la soltaría...



— Vale, vale, me voy con otra, con otra —concedió. Al parecer, había adivinado lo que quería escuchar y su intención era solucionar el asunto de la manera más profesional posible.


Pero no la soltó. Apretó más el agarre e imaginó que se escuchaba un clic. Sacudió la cabeza. No quería hacerle daño, sólo se estaba dejando llevar por la rabia. Entonces sí la soltó, abrió la mano lentamente y notó que había estado sudando mucho. Su ex-novia la miró con una mezcla de perplejidad y alivio, susurró un "adiós" apresurado y salió prácticamente corriendo. Martina maldijo de nuevo, contuvo el impulso de ir tras ella y se secó las lágrimas con un pañuelo desechable mugroso que llevaba días en su bolso.