domingo, 31 de julio de 2016

[Butterfly] 17. Medicina



XVII. Medicina


Erica nota que las manos le tiemblan levemente cuando toma su bolso. Ignora el motivo (aunque lo conoce muy bien) y sale del vestidor. Se detiene unos segundos en la recepción y respira profundo, muy profundo, para intentar calmarse. Se siente más nerviosa de lo habitual. Le encantaría saber en qué momento comenzó a sentirse así pero por más que intenta recordarlo no llega a una conclusión.

Vuelve a respirar profundo y cruza la puerta de salida de la alberca. Como siempre, Marisol está esperándola. Se queda unos instantes parada contemplando su figura e intenta no pensar en nada extraño, convencerse de que es una niña.

―Hoy te tardaste más de lo habitual ―dice Marisol acercándose lentamente hacia ella.

Erica no se siente capaz de moverse, así que opta por sonreír amablemente, de la manera más natural posible. Observa el leve sonrojo en las mejillas de Marisol y desvía la mirada. Se muerde el labio e intenta parecer relajada.

―Supongo que estoy más cansada de lo habitual ―responde por fin tratando de que la sonrisa permanezca en su rostro.

―Pero hoy el entrenamiento estuvo tranquilo.

Erica se alza de hombros. Marisol tiene razón pero no puede decirle que quería evitar el encuentro, retrasarlo el mayor tiempo posible.

―¿Quieres? ―le pregunta Marisol.

Erica se fija en que Marisol tiene en la mano una cajita roja, como de medicina, y se pregunta en qué momento la sacó. Toma una de las pastillas que le ofrece y se la echa a la boca.

―¿Cereza?

―Sí, son mis favoritas. ―Marisol baja la cara como si intentara ocultarla y Erica no puede evitar sentir un aleteo en el pecho. A diferencia del dolor que habitualmente la invade, esto no es desagradable.

―Gracias. Están buenas ―no puede evitar soltar una risita. Marisol la imita.

Sin necesidad de decir nada, comienzan a caminar lentamente hacia la salida del centro deportivo. Marisol observa el suelo y Erica la mira de reojo de vez en cuando.

―Oye, Erica ―comienza Marisol cuando llegan al punto en el que deben separarse―. Tú... eh... ¿vas a... ver la… película de los Angry Birds?

Una ola de calor alcanza a Erica. Asiente con la cabeza aunque en realidad no le gusta ir al cine ni le interesa esa película.

―¿Y si la vemos juntas?

Erica sonríe. Recuerda la timidez de Marisol las primeras veces que le habló y le alegra que ahora pueda decirle esas cosas con más facilidad.

―Sería genial pero… ¿sí te van a dejar ir conmigo?

―Sí. Le he hablado a mi mamá de ti y como tienes más de 20 le parece bien. Jamás me dejaría ir sola al cine con mis amigos pero contigo es distinto ―la naturalidad de la respuesta sorprende a Erica. No puede evitar pensar en la frase “adulto responsable e independiente”.

―Está bien entonces. Mándame mensaje y nos podemos de acuerdo.

―Sí, en cuando llegue a casa lo hago.

Ninguna de las dos dice nada más. Se miran durante un par de segundos. Erica suspira, se da la vuelta y se despide con la mano. Escucha la suave respuesta de Marisol. Camina rápido. Sólo quiere llegar a casa, enrollarse en las cómodas sábanas de su cama y abrazar la almohada mientras responde los mensajes de Marisol.

viernes, 29 de julio de 2016

[Butterfly] 16. Obsesión



XVI. Obsesión


Es viernes y el entrenador tiene la idea de que deben nadar más que los otros días porque tendrán todo el fin de semana para descansar. A Erica le duele la espalda después de nadar 1000 metros seguidos en mariposa. Voltea hacia Marisol, que aguantó valientemente los primeros 500 metros y los otros 500 la siguió en crol, y le sonríe. La pequeña parece cansada pero le devuelve el gesto.

Erica no sabe en qué momento comenzó a latirle el corazón más rápido con el simple hecho de mirarla.

―¿Cómo estuvo? ―le pregunta.

―Horrible. ¿Haces esto cada viernes?

Erica niega con la cabeza.

―A veces nadamos más ―se alza de hombros―. Es la obsesión del entrenador.

―¿Hacerlas nadar distancia?

―Hacernos sufrir.

Marisol pone una expresión de disgusto que no puede superponerse a la de cansancio durante mucho tiempo.

―¿Es lo último del día? ―la voz de Marisol suena esperanzada y Erica no puede evitar soltar una risita.

―Sí, creo que tenemos 5 minutos para relajarnos.

―Genial. Quiero relajarme en ese mismo lugar, sin moverme ni nada.

El corazón de Erica late aún más rápido. Cada vez que le pasa eso se pregunta si está bien sentir esa incomodidad en el estómago y ese dolor en el pecho cuando está con Marisol.

―Mejor demos otras vueltas para enfriar ―dice mirando fijamente a Marisol, que parece sonrojarse.

―Bueno…

Erica se sumerge en el agua antes de que Marisol pueda decir nada más. Hay tantas cosas que en ese momento le da miedo saber… Intenta concentrarse sólo en el agua abriéndole paso con cada brazada.

miércoles, 27 de julio de 2016

[Butterfly] 15. Violencia



XV. Violencia


El agua se mueve mucho a su alrededor y le cuesta aumentar la velocidad. En una ocasión su mano derecha resbala levemente y no alcanza a apoyarse lo suficiente en el agua, por lo que su brazada resulta menos potente. Intenta compensar la pérdida de impulso pateando con más violencia pero siente que su cuerpo se vuelve pesado y entonces llega la frustración.

Por fin termina la vuelta, toca la pared y se encuentra con Erica, que lleva unos buenos 10 segundos esperando. Se supone que es su último día de prueba y que el entrenador le dirá si puede seguir nadando con el equipo de competencia. Una parte de ella le dice que desista, que deje de aferrarse a la sonriente mujer que en ese momento la observa como si nadar fuera la cosa más fácil del mundo.

―¿Todo bien, Marisol? ―le dice Erica con una sonrisa en el rostro. Si estuviera menos cansada cuando salen de la alberca le preguntaría si de verdad nadar la hace tan feliz o si siempre tiene esa expresión tan afable.

―Estoy cansada. No sé cómo aguantas esto ―responde sinceramente sin mirarla directamente. No es el momento ideal para que su corazón empiece a dar brincos incontrolables.

―Sólo debes evitar pensar que estás cansada. Lo demás viene solo.

Marisol alcanza a ver que Erica se alza de hombros cuando le responde y se permite sonreír un poco a pesar del cansancio y la frustración. Por lo menos puede agradecer que ahora habla con Erica con más facilidad y que incluso intercambian mensajes fuera de la alberca.

―Creo que no es tan fácil...

―Luego platican ―dice el entrenador mirando su reloj―. Ahora van en crol. Perla, tú van adelante; María y Josette la siguen. Después Erica, Marisol, Daniela y Laura.

Marisol suspira resignada. Se mueve hacia su lugar y espera a que Erica salga.

―Por cierto, Marisol, te quedas con nosotros. Felicidades.

Las palabras del entrenador la desconciertan y sólo sale de su asombro cuando el hombre le dice que se apresure. Comienza a nadar e intenta encontrar la silueta de Erica. A diferencia de cuando nadan en mariposa, en crol le resulta más sencillo seguirla.

 Sonríe a pesar de llevar la cabeza dentro del agua. No creyó que se sentiría tan feliz por tener la oportunidad prolongar su tortura durante más tiempo.

lunes, 25 de julio de 2016

[Butterfly] 14. Ego



XIV. Ego


Lleva tres días nadando en el equipo de competencia y jamás creyó que podría sentir tanto cansancio. Está tan cansada que cuando camina hacia la salida con Erica se contenta con estar a su lado. Podría hacer el intento de conversar, desde luego, pero Erica parece a gusto con el silencio.

―¿Lista? ―le pregunta Erica.

Marisol regresa a su realidad e intenta apartar el cansancio. Ese día están haciendo ejercicios de patada de delfín y Marisol nada atrás de Erica.

―Sí, lista ―responde un segundo antes de que Erica comience a nadar.

Marisol se acomoda los googles, espera la señal del entrenador y sale. Aunque su patada es mejor que la de las demás chicas (que no nadan todo el tiempo en mariposa), no puede competir con Erica.

Apenas van 50 metros pero ya hay un espacio de unos 10 metros entre Erica y ella. ¡Y debe nadar así cuatro series de 200 metros! Quiere suspirar pero le parece que el agua no es el mejor lugar para hacerlo. Se siente muy frustrada e intenta patalear más rápido pero sólo logra cansarse más. De hecho, empieza a creer que si las cosas siguen así su ego saldrá dañado.

―Hasta ahí ―dice el entrenador cuando Marisol llega y toca la pared. Le cuesta trabajo respirar y no quiere mirar a Erica porque está segura de que se ve tan fresca como siempre.

―Vas muy bien, Marisol. Les llevas la delantera a todas las chicas.

Marisol sonríe, feliz a pesar del cansancio y de la humillación que siente. Le gusta que Erica note sus logros, incluso si son pequeños y ella puede superarlos con facilidad.

―Gracias… en serio.

Termina el tiempo de descanso entre una serie y otra. De nuevo Erica comienza a nadar y Marisol sale detrás de ella. Esta vez intenta esforzarse más. Puede que no logre mucho pero con el tiempo podría ser tan veloz como Erica. Se concentra en esa idea. Por el momento esa es su única aspiración.

sábado, 23 de julio de 2016

[Butterfly] 13. Infierno



XIII. Infierno


―¡Más rápido! ¡Corran más rápido! ―grita el entrenador cómodamente parado a lado de la pista de atletismo de 400 metros.

En realidad el grito no va dirigido a Marisol. Ella nunca ha hecho otro deporte que no sea natación, así que sólo está trotando. Sería imprudente comenzar a correr como las otras chicas del equipo.

―¡No te quedes atrás Josette! ¡Tú tampoco Erica!

Marisol no puede apartar los ojos de Erica. No parece que correr sea lo suyo (lo puede decir por la forma en que respira y la expresión de su rostro) pero se nota que hace su mejor esfuerzo y Marisol admira esa actitud. Suelta un largo suspiro, aumenta un poco el ritmo.

―¡Una vuelta más, chicas! Marisol, tú también una vuelta más ―le dice el entrenador cuando pasa junto a él.

La última vuelta le parece eterna pero por fin llega al lugar donde se encuentran las demás chicas. El entrenador está hablando con dos de ellas, al parecer sobre qué hacer para cansarse menos.

Marisol se dirige lentamente hacia Erica, que está sentada en el pasto con una botella de agua en la mano. Cuando Erica ve que se acerca, sonríe abiertamente y le indica con la mano que se siente a su lado.

―¿Qué tal estuvo, pequeña?

―Bien, creo. Nunca antes había corrido.

―¿De verdad? ―ríe. El corazón de Marisol late más rápido. En el tiempo que lleva hablando con ella no la había visto reír tan fácilmente. Debe ser cierto eso de que hacer ejercicio hace que uno se sienta bien―. Me pasó lo mismo cuando empecé a entrenar aquí.

―¿Y ya te acostumbraste?

―Un poco. No es algo que me encante. Es una especie de tortura a la que debo someterme todos los días ―suspira.

Marisol asiente. Se da cuenta de que olvidó el agua en su mochila y hace el ademán de levantarse. Erica le toca el brazo y le pasa su botella de agua.

―Eh… n-no. Yo traigo la mía...

―En serio. No vale la pena que te levantes. Ahorita que entremos al agua vas a saber cómo es el infierno ―ríe de nuevo, esta vez con un poco de sorna―. Ahorra tus energías ―añade mientras le guiña el ojo.

Marisol, que ya se ha sonrojado, acepta. Bebe de la botella y no puede evitar pensar que eso es un beso indirecto. Un beso... indirecto... Deja la botella a un lado y se recuesta. Eso no puede estar pasando. Jamás creyó que llegaría tan lejos por esa mujer. Se cubre la cara con las manos y siente el calor. Espera que Erica no lo note.

―¡Ya basta de holgazanear, chicas! ¡Hora de ir al agua! ―dice el entrenador dirigiéndose a la salida de la pista.

―Vamos, Marisol. Se pone de malas si no entramos a las 7 en punto a nadar. Tenemos… ―consulta su reloj― ocho minutos para cambiarnos y enjuagarnos.

Marisol ve que Erica se levanta, recoge su mochila y va tras ella sin dejar de mirarla. Suspira. Su infierno personal no tiene nada que ver con la natación.

jueves, 21 de julio de 2016

[Butterfly] 12. Deseo



XII. Deseo


Llega un poco antes de lo habitual, lo justo para encontrar al entrenador de Erica cuando va entrando a la alberca. Se supone que él entrena a las chicas del equipo submaster, pero también hay algunas chicas de las categorías juveniles y allí es donde planea encajar Marisol.

Se dirige al hombre e intenta parecer relajada. Se dice que todo va a estar bien. Sólo tiene que decirle que de verdad (de verdad) quiere nadar con las chicas y participar en las competencias, que puede hacerlo. Después de todo, ¿no ya antes le habían pedido que se uniera? Aunque esa petición la hizo la entrenadora del equipo juvenil…

―Buenas tardes. ¿Puedo hablar un momento con usted?

El entrenador se detiene y voltea hacia a ella, esperando. Marisol duda, sabe que debió haber planeado mejor ese momento.

―Yo… me llamo Marisol y me gustaría nadar en el equipo de competencia que usted entrena.

El hombre la mira, demasiado para el gusto de Marisol, y asiente lentamente.

―Te he visto. Nadas con la profesora Ana, ¿no?

―Sí, con ella.

―Mmm, Ana entrena al equipo juvenil en el horario de la mañana, ¿por qué no le dices a ella?

La pregunta hace que comience a sudar. Ya había contemplado enfrentar ese problema.

―Es que voy a la escuela en la mañana y no me daría tiempo. Además, he visto que en su equipo hay unas chicas de mi edad...

―¿Cuántos años tienes? ―la interrumpe el entrenador. Su mirada intimida a Marisol.

―14.

―Bueno, esas chicas son mayores. La más joven tiene 16, casi 17. No sé si puedas aguantarles el ritmo. ¿Tienes algún estilo preferido?

―Mariposa ―murmura. Por algún motivo que en ese momento no quiere explorar, se sonroja levemente.

―¿Mariposa? ¿En serio? ―suelta una sonora carcajada―. Te gustan las cosas difíciles y eso me gusta. En el equipo sólo tenemos una persona que nada mariposa.

―Erica ―dice bajando aún más la voz. Baja la cara para que no se le note tanto el calor que la inunda.

―¿La has visto nadar? Tiene una técnica muy pulcra.

―Sí, así fue como tuve la idea de venir a hablar con usted ―responde tratando de hundirse en el piso―. Me gustaría nadar como ella.

El entrenador no responde pero Marisol sabe que la sigue mirando. Se arma de valor y alza la cara, entonces descubre una sonrisa en la cara del hombre.

―Hagamos algo. Nada con nosotros una semana a modo de prueba. Si veo que tienes potencial y aguantas, entonces te puedes quedar. Si no, regresas con Ana.

Marisol no puede creer lo que escucha. Tiene ganas de brincar, de gritar, de tirarse al piso y echarse a llorar de felicidad. Últimamente se siente más sensible de lo habitual.

―Me gusta su idea, me encanta. ¿Cuándo empiezo?

―Mañana. Debes traer zapatos y ropa para correr. Trabajamos fuera de la alberca de 6 a 7 y luego pasamos al agua de 7 a 8.

―Está bien. Entonces mañana a las 6, es genial. ¡Muchas gracias!

―Por nada. Te deseo suerte ―dice mientras se despide con la cabeza y retoma su camino hacia la pequeña habitación de profesores.

Marisol se seca las lágrimas y sale corriendo del lugar. Se dirige hacia la parte llena de árboles del centro deportivo, se acuesta en el pasto y comienza a reír. Su deseo se ha cumplido.

martes, 19 de julio de 2016

[Butterfly] 11. Tabaco



XI. Tabaco


Siempre lleva una cajetilla de cigarrillos en la bolsa más oculta del bolso deportivo pero no ha fumado en por lo menos un año. Sin embargo, en ese momento, después de despedirse de Marisol y de comenzar a caminar intentando parecer relajada y tranquila, siente que necesita uno.

Busca la cajetilla con lentitud y sin dejar de caminar. Siente deseos de voltear hacia atrás para asegurarse de que Marisol ya giró en alguna esquina o de que por lo menos no está viéndola pero se contiene. ¡Dios, se siente tan tonta y avergonzada!

El calor le sube a la cara al recordar cómo se comportó hace algunos minutos cuando le pidió a Marisol que entrara en el equipo de competencia. ¡Si hasta parecía una declaración de amor…! Contiene un gemido de frustración al visualizar la escena y verse tan emocionada y contenta, tan diferente a como es habitualmente. Nunca usa tantas palabras en tan poco tiempo y en ese momento simplemente se deslizaron de sus labios.

Reprime un grito cuando encuentra la dichosa cajetilla y cae en cuenta de que no tiene encendedor. Ya había olvidado que había decidido no llevar nada con qué encender los cigarrillos para no caer en la tentación. Lamenta esa estúpida decisión, le vendría tan bien un poco de tabaco...

¡Arg! Tiene tantas ganas de esconderse, de llorar, de gritar y de jamás volver a comportarse así. Nunca antes se había sentido tan tonta. Pero es que Marisol nada tan bonito, con tanta elegancia que... no puede evitar sentirse emocionada con la idea de nadar con ella. Y ahora lo quiere tanto que incluso duele. Se lleva las manos al pecho y se concentra. No sabe en qué momento comenzó el dolor pero ahí está, persistente e insoportable.

Por fin se detiene y se sienta en la banqueta. Respira profundo. Se dice que debe dejar de pensar tanto las cosas. Oculta la cara en las manos y se queda en esa posición. Se irá cuando se convenza de que todo está bien.

domingo, 17 de julio de 2016

[Butterfly] 10. Control



X. Control


―Te vi nadar ―le dice Erica rápidamente, sin tomarse el par de segundos necesarios para saludarla.

Marisol, que estaba bebiendo agua, se atraganta y comienza a toser. En realidad no esperaba que Erica la viera nadar. Cuando desvía la mirada hacia el carril de a lado puede observar que las chicas del equipo de competencia nadan en serio, sin detenerse mucho tiempo entre un ejercicio y otro, y por lo general sin hablar entre ellas.

Recuerda que hace un par de meses en ese carril sólo había principiantes y entonces no le importaba mucho prestar atención. En cambio, cuando llegó el equipo de competencia, la atrajo la forma en que nadaban, los gritos de su entrenador y, sobre todo, el impecable estilo de Erica (la única chica que nadaba en mariposa).

―Tu técnica es hermosa ―continúa Erica cuando Marisol deja de toser―. De verdad. ¿Has pensando en entrar al equipo de competencia? Podrías decirle al entrenador y nadarías con nosotras.

Marisol puede notar la emoción en la voz de Erica y, como siempre, el calor le llega al rostro. Se queda sin palabras momentáneamente y luego reúne todas sus fuerzas para poder responder.

―Es que… ya me lo habían pedido antes pero la escuela...

―Apenas vas en la secundaria, a esa edad se puede hacer de todo. Hace unos meses, cuando salí de la universidad, sentía que esa había sido la peor etapa de mi vida pero ahora me toca trabajar y, bueno, las cosas siempre pueden empeorar ―ríe.

A Marisol le sorprende que Erica, habitualmente tan reservada y calmada, utilice tantas palabras en tan poco tiempo. Desde luego, no le molesta, sólo le parece extraño conocer una nueva faceta de ella. Entonces ríe también. No puede evitarlo. Se siente feliz y el pecho se le hincha de tanta alegría.

―Está bien, le diré a tu entrenador ―responde sin meditar en realidad lo que dice y olvidando de repente todos sus miedos. Sólo puede pensar que Erica quiere que nade con ella y que pasarán más tiempo juntas y...

―¡Eso es genial! ―responde Erica acercándose mucho a ella, lo suficiente para que Marisol pueda distinguir todos los detalles de su rostro. Una parte de ella quiere alejarse un poco y otra quiere… Cierra los ojos, respira lentamente. Erica es más alta que ella y podría… pararse de puntas y…

Erica le pone una mano en la cabeza y la acaricia. Marisol abre los ojos de golpe y se pone aún más roja, aunque creía que eso ya no era posible. Quiere echarse en los brazos de la otra, sentir su aroma y la firmeza de su cuerpo. Su respiración se vuelve pesada y parece que su corazón quiere escapar de su pecho.

Entonces Erica rompe el contacto. Marisol siente que el ambiente se enfría y siente ganas de llorar.

―¿Le vas a decir mañana? ―pregunta Erica muy suavemente. Ninguna de las dos se ha movido y siguen muy cerca.

Marisol asiente con la cabeza. Cierra los ojos con fuerza para que las lágrimas no resbalen por su rostro. No sabe por qué siente tantos deseos de esconderse en un rincón y llorar sin parar pero decide que no es el momento de hacerlo. Apela a todo su control para calmarse un poco y sonreír.

Esa noche, cuando llega a su casa, se mete a la cama y llora hasta quedarse dormida.

viernes, 15 de julio de 2016

[Butterfly] 9. Límite



IX. Límite


Intenta llenarse los pulmones de aire, todo el que sea posible. Se empuja de la pared, se coloca en posición de flecha y comienza a desplazarse con patadas de delfín. La meta es recorrer toda la longitud de la alberca sin salir a tomar aire. Se supone que es una gran manera de mejorar la capacidad pulmonar.

No sabe cuántos metros ha recorrido pero siente que necesita salir a respirar. Hace un último intento, libera el aire que le queda, patea con más fuerza e intenta pensar en otra cosa, distraer la mente. Alcanza a ver por el rabillo del ojo a las personas que nadan en el carril de a lado. Intenta aferrarse a eso.

Finalmente decide que no puede más y sale a respirar. Ha avanzado treinta y ocho penosos metros de los cincuenta que se supone debería poder hacer. Aunque ha superado su límite anterior, no se siente del todo feliz.

En lugar de dirigirse a la orilla y esperar allá a sus compañeras, se queda unos segundos en el mismo lugar. En esa parte la alberca tiene una profundidad de dos metros y medio y disfruta la sensación de no poder tocar el fondo.

Es la primera vez que se toma unos momentos para observar lo que pasa en los demás carriles. Entonces lo nota. En el carril de su derecha están nadando en mariposa y una de las personas, la que nada al frente de las otras, tiene una técnica impecable. No puede despegar los ojos, la hipnotiza el movimiento de las piernas, la forma tan perfecta de pasar los brazos por encima del agua... Espera verse de esa manera cuando nada.

La persona pasa a su lado y Erica ahora sí se dirige hacia la orilla. No alcanza a llegar; la persona cuyo nado la cautiva da la vuelta y nada de regreso. La reconoce. Marisol no le había dicho que sabía nadar ese estilo y mucho menos que lo hacía tan bien. Erica está segura de que podría competir con facilidad.

Se propone convencerla de unirse al equipo de competencia. Sonríe emocionada. En ese momento una de sus compañeras sale a respirar a los cuarenta metros. Se maldice pero la emoción no se desvanece. No importa si ese día no logra esa meta, ya vendrán otros días.

A los lejos, en el otro extremo de la alberca, distingue el rostro sonriente de Marisol. Suelta una risita. Le alegra que la pequeña haya decidido hablarle. Le alegra mucho más de lo que creía posible. la pared, se coloca en posicile. Se empueja de

miércoles, 13 de julio de 2016

[Butterfly] 8. Mentir



VIII. Mentir


La espera de nuevo, justo como lleva haciéndolo durante los últimos dos meses y medio. En varias ocasiones se le ha ocurrido abordarla en las regaderas o en el vestidor pero cuando intenta acercarse a ella simplemente no puede hacerlo. No puede imaginarse bañándose en la misma regadera... las dos desnudas, y eso mismo hace que se bañe rápido y salga del lugar para pararse junto a la puerta principal de la alberca y esperar pacientemente.

Tal vez debería intentarlo. Sólo es cuestión de mantener la mirada en la cara de Erica. No debe ser tan difícil. El problema sería lidiar con el sonrojo permanente, el nerviosismo, el miedo de cometer algún error que delate... ¿qué exactamente?

―Te bañas muy rápido.

Marisol cierra los ojos durante tres segundos y maldice un poco la mala costumbre de Erica de acercarse sin hacer ruido y agarrarla desprevenida. Es probable que también sea su culpa por perderse tanto en sus pensamientos pero de todas maneras le resulta levemente molesto.

Se da cuenta de que está tardando en responder y medita si debe mentir o decir la verdad.

―Es que me da un poco de pena estar frente a tanta gente y mejor me apresuro ―dice alzándose de hombros. Decir la verdad a medias últimamente se ha convertido en su especialidad.

―Oh, bueno, a mí también me da pena eso ―sonríe― pero el cansancio no me deja hacer las cosas rápido.

Nota que Erica la mira y comienza a sudar a pesar de que la noche es fría. Se aclara la garganta, le devuelve la mirada y logra sostenerla durante más de cinco segundos. Si en ese momento le preguntaran por qué espera cada noche a esa mujer, ella sin duda respondería que le gusta la calidez que siente en el pecho cuando la ve sonreír.

―¿Y hoy estás muy cansada? ―pregunta en el momento en el que desvía la mirada y se enfoca en el árbol más cercano.

―Un poco, sí. ¿Por qué?

―Curiosidad.

Se hace el silencio. Por lo general, ese es el momento en el que Erica le dice a Marisol que es hora de irse pero ahora simplemente se mantiene de pie a su lado, sonriendo con tranquilidad.

―¿Sabes? Me gusta estar aquí ―dice Erica en voz baja.

―Sí, a mí también ―responde Marisol con sinceridad y en ese instante se da cuenta de que el sonrojo le cubre el rostro. Mira de nuevo hacia Erica y se pierde un poquito en su sonrisa, en la manera en que sus ojos parecen brillar.

La sonrisa de Erica se desvanece pero no desaparece la expresión amable.

―Creo que es hora de irnos.

―Cierto.

Caminan hacia la salida de la alberca y en el camino Erica le hace preguntas a Marisol sobre la escuela. Por primera vez desde que habla con esa mujer, se deshace el nudo que siempre le oprime la garganta y le impide responder. Se deja llevar.

Llegan al lugar donde cada una toma un camino distinto y se despiden con la mano. Marisol desea fervientemente que todos los días sean así de perfectos.

lunes, 11 de julio de 2016

[Butterfly] 7. Escribir




VII. Escribir


Su celular vibra. Marisol se despierta de golpe. En realidad sólo dormitaba pero se suponía que debería estar haciendo tarea. Mira su cuaderno. No recuerda en qué momento llegó a ese ejercicio.

Toma su celular un poco fastidiada y el corazón le brinca del pecho cuando lee el mensaje.

“¿Cómo estás pequeña? Espero no despertarte. Sólo pasaba a saludar. Erica”.

No esperaba que Erica le fuera a escribir y mucho menos tan rápido. Registra el número, se levanta del escritorio y se tira en la cama. Abraza la almohada y da vueltas. Está feliz. No sabe qué responderle pero ya dará con algo. Por el momento la tarea queda olvidada.

sábado, 9 de julio de 2016

[Butterfly] 6. Fastidiar



VI. Fastidiar


Hace mucho calor. Marisol no puede creer que acaba de salir de bañarse y ya está sudando de nuevo. Es ridículo y no parece natural. Lamenta no tener un ventilador portátil o por lo menos un abanico. Incluso desea regresar a la alberca y permanecer bajo el agua hasta que el calor se vaya.

―Hace calor, ¿verdad?

Erica llega lentamente hasta donde está parada Marisol y la saluda con la mano. Marisol le sonríe aunque siente que más bien se está derritiendo.

―Mucho ―responde apenada. Siempre se pone de malas cuando hace calor y espera que Erica no lo note tanto.

―Por cierto… ―por primera vez desde que lleva esperándola, Erica se ve indecisa―. ¿Podrías darme tu número de celular?

La repentina petición hace que Marisol se sonroje y mire a Erica más de los dos segundos habituales. Cuando baja la mirada nota que Erica tiene las manos juntas.

―¿Tienes dónde anotar? ―pregunta y le sorprende la tranquilidad que transmite su voz.

―Claro ―contesta mientras saca su celular.

Marisol le dice su número y cuando Erica termina de escribirlo no puede evitar comenzar a reír. La otra ríe con ella y Marisol sabe que recordará la felicidad que siente en ese momento durante toda su vida.

Sus miradas se cruzan y Marisol se fija, como la primera vez que le habló, en las pequeñas arrugas que se forman alrededor de los ojos de Erica y que la hacen lucir agradable. También se fija en otras cosas, como lo blancos y parejos que son sus dientes y el pequeño lunar que tiene debajo del ojo izquierdo.

Finalmente aparta la mirada y caminan hacia la salida. Cuando se despiden, Marisol sabe que ni siquiera el horrible calor podrá fastidiar lo que queda de ese día.

jueves, 7 de julio de 2016

[Butterfly] 5. Amor




V. Soñar


Es domingo y a pesar de haber dormido hasta tarde está cansada. Mucho. Por suerte no tiene nada que hacer. Nada de trabajo, nada de entrenamiento, nada de compromisos. Lo único que tiene es hambre y dolor de estómago. Corre a la cocina y toma un yogurt. Regresa a la cama.

Enciende la televisión, en parte por costumbre y en parte porque vive sola y no le gusta que todo esté tan silencioso. A veces le parece curioso que le haga falta el ruido porque justamente lo que le gusta de nadar es que bajo el agua no se escucha gran cosa.

Nadar. Se suponía que el viernes sería un día de relajación pero hicieron resistencia y aún le duelen los hombros. De todas maneras no le disgusta el dolor, es una manera de notar que su esfuerzo está valiendo la pena.

De pronto se acuerda de Marisol, ¿qué estará haciendo? En una tarde de domingo y a su edad seguramente fue al cine con sus padres o salió a algún centro comercial con sus amigos. Recuerda haber hecho cosas así cuando iba a la secundaria. En la preparatoria empezó a fumar y las salidas se volvieron menos inocentes, pero Marisol no luce como alguien que haría cosas malas.

Le gustaría tener su número de teléfono y mandarle un mensaje para… saber cómo está. Sí, eso sería bueno. Sonríe. En algún momento tendrá la oportunidad de hacerlo, sólo debe ser un día que no olvide llevar su celular.

Bosteza y se hace bolita en la cama. De nuevo siente deseos de dormir. Le da la espalda a la televisión, se cubre con una sábana y cierra los ojos. Está tan cansada que no tiene ganas ni de soñar...


“Cocinar nunca más será un trabajo pesado con nuestro nuevo producto…”

Abre los ojos de golpe. No tiene ni idea de cuánto tiempo ha transcurrido pero se da cuenta de que están pasando el infomercial de las ollas maravillosas que prácticamente cocinan solas.

Respira profundo y se sonroja cuando recuerda vagamente que en su sueño aparecía Marisol. Es raro, hacía mucho que no soñaba con nadie. Tal vez sea porque la ve a diario y lleva dos días sin saber nada de ella. Incluso cabe la posibilidad de que quiera ser su amiga de verdad, no sólo platicar fuera de la alberca sino algo más… duradero.

Abraza la almohada con fuerza y decide que definitivamente debe pedirle su número de celular. Definitivamente.