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¡Hola! ─saludó.
Su voz se oía lejana, como si hablara de otro país.
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¿De-Devy? ¿Qué pasa?
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¿Ya no te puedo llamar? Quería saludarte, hace mucho que no hablamos, que no
nos vemos, justo después de…
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Espero que estés bien ─interrumpió
bruscamente. En su mano, el teléfono temblaba. Por un momento, creyó que su voz
también temblaría pero logró contenerse─, que todo este tiempo la hayas pasado bien.
─
Pues sí, ya sabes, hay que trabajar pero nada del otro mundo. ¿Cómo has estado
tú? ¿Cómo te va con Cristina?
─
He estado… bien ─pensó
en Cristina y luego en Devy, en ambas al mismo tiempo sobreponiéndose en su
mente como imágenes que quisieran opacarse, que lucharan por la supremacía─. Cristi tiene sus
momentos, Devy, a veces me dan ganas de dejarla pero luego lo reconsidero.
─
Sí, como todo. Haces bien en tomar las cosas con calma. No me gustaría que te
pasara lo mismo que la otra vez, conmigo ─rió un poco, tal vez fingido para liberar la tensión.
─
Ah, claro, no pasará lo mismo ─sus
ojos se llenaron de lágrimas, durante esos cinco años se había esforzado por no
recordar para así poder reconstruir su vida. Quiso fingir diciendo que era
feliz pero sólo pudo materializar un pensamiento: “Devy, aún te quiero”.
─
¿Sabes? Quiero casarme. Por eso vine a este país, porque acá todos nos podemos
casar.
─
¿Ya encontraste con quién? ─sintió
un dolor profundo que le recorrió todo el cuerpo y se posó indefinidamente en
el pecho, probablemente en el corazón. Apretó los ojos y unas lágrimas
corrieron por sus mejillas oliváceas.
─
Más o menos. He conocido a muchas personas pero hay una especial. Creo que
tenemos una relación, algo así, no sé bien cómo definirlo.
─
Ya ─alargó casi
demasiado la “a” y respiró hondo, muy hondo, para que su voz no cambiara de
tono, para que Devy no notara su llanto furtivo─. Me alegro mucho por ti ─rió levemente y por un
momento pensó que ella lo notaría. ¡Qué ingenua! Devy nunca notaba lo que le
pasaba
.
─
Muchas gracias. Oye, ya debo colgar porque es llamada internacional.
─
No te preocupes. Cuando te acuerdes de mí, llámame, siempre estaré aquí ─sus labios estaban
completamente pegados a la bocina del teléfono y hablaba en un susurro.
─
Siempre he sabido que eres una gran amiga, a pesar de todo lo que…
─
No recordemos esas cosas, Devy, son malas para el espíritu.
─
Cierto ─rió
de buena gana y ella casi pudo imaginar su eterna y transparente sonrisa, sus
ojos iluminados mirándola sólo a ella, sus dientes blancos, su cabello mojado…─ Bueno, te dejo. Ya
tienes mi número, si se te ofrece algo manda un mensaje o lo que quieras,
mujer. Nos vemos luego.
─
Nos vemos ─escuchó
atentamente el momento en el cual Devy colgó y ella se quedó con el teléfono
entre las manos, los labios rozando la bocina como en un beso, los ojos
cerrados con fuerza para dejar escapar la menor cantidad posible de lágrimas,
su mente recordando ese beso eterno que Devy le dio, su cuerpo sintiendo la
debilidad que sintió cuando Devy le dijo que lo de ellas jamás funcionaría y su
corazón repitiendo la misma frase: “Devy, yo aún te quiero, ¿por qué tú a mí ya
no?”.