Son las 3:01 de la madrugada y no puedo
dormir. La miro una y otra vez en la cama, tan en paz, tan en calma, y me dan
ganas de despertarla para decirle que me dé un abrazo, que la necesito justo
ahora. Pero nosotras sólo nos contentamos con pasar ratos juntas sin
comprometer demasiado.
Se mueve un poco, como si fuera a despertar,
pero sólo da una vuelta. Ya estoy llorando. Dentro, muy dentro, estoy
desesperada por no poder confiar del todo, no entregarme completamente y no
decirle lo que siento por ella. No la amo, no sé si estoy enamorada, pero la
quiero y quiero estar con ella. Sí, eso es. Tal vez...
— ¿Qué haces? —es su voz adormilada que me
encuentra sentada en la cama, a lado de ella pero en otro mundo.
— No podía dormir —miento a medias, porque
quiero dormir pero no tengo el valor y porque siempre me ha ido mejor
diciéndole sólo una parte de todo.
— Ven acá —extiende los brazos y yo me dejo
llevar por su abrazo, le permito acomodarme en su pecho y darme unos besos
tiernos en el cabello.
Ella tampoco dice que me quiere, ni se entrega
a mí. Desconfía, posiblemente me odia, me tiene rencor... Aun así, me siento
cómoda a su lado, entre mis ensoñaciones grises.
Me aferro a ella, sin que lo note mucho,
fingiendo que ya me dormí. Entonces siento que vuelve a besarme el cabello,
pero esta vez se acerca a mi oído y me susurra, ya sin sueño:
— Te quiero más de lo que crees.
Lloro y mis lágrimas recorren los surcos ya
marcados de la tanda anterior. Me incorporo sin que me interese nada más que
este momento. La miro a los ojos ahora que la oscuridad se ha vuelto clara y le
doy un beso en los labios.
— Te quiero.
Creo que es la primera vez que lo digo. Mi
pecho se siente más libre y el sueño llega por sí solo. Noto que sonríe, me
vuelve a proteger entre sus brazos y se queda quieta. Son las 3:09 y creo que
esta noche sí seré capaz de dormir.