viernes, 26 de agosto de 2016

[Butterfly] 30. Hablar

Capítulo final



XXX. Hablar


Se han revertido los papeles y ahora es Erica quien espera a Marisol. Agradece haber tenido el valor de mandarle un mensaje y haberle pedido que se vieran antes de la práctica cerca de los árboles en los que les gustaba pasar el rato.

―Tenemos que hablar ―le dice cuando la ve llegar.

No creyó poder pronunciar esas palabras pero ahora que lo hizo sabe que debe seguir adelante. Intenta no mirar a Marisol, no fijarse en su expresión dolida y sus ojos llorosos.

―No puedo gustarse ―continúa. Le duele el pecho cuando lo dice y se muerde el labio para evitar llorar.

―¿¡Por qué no!? ―su respuesta duele. Erica le puede enumerar las múltiples razones que pensó en los últimos días pero sabe que una sola es suficiente.

―Porque tienes 14 años. Eres mucho menor que yo.

―¡Pero la edad no importa! ―Erica la mira a la cara y ve que Marisol parpadea varias veces para contener las lágrimas.

―Importa, Marisol. Tal vez en las películas que ves esas cosas no importen pero en la vida real es distinto. ¿Te has preguntado qué dirían tus papás si se enteraran? ¿En serio crees que nos dejarían salir? Ni siquiera les importaría que las dos seamos mujeres porque se enfocarían en que eres menor de edad. Incluso podría ir a la cárcel...

Marisol llora abiertamente, aunque intenta cubrirse la cara con una mano. Y Erica quiere abrazarla, acariciarle la espalda y decirle que todo va a estar bien. Pero nada va a estar bien si siguen con ese juego.

―Perdóname, Marisol…

No sabe en qué momento se sentó en el suelo ni cuándo exactamente sus lágrimas se salieron de control. Marisol se le acerca lentamente y se sienta a su lado.

―No…

―Pero te quiero, Erica, en serio te quiero.

Entonces se rompe. La abraza con fuerza y esconde su cara en el hueco del cuello de Marisol. Creyó que ella debía intentar proteger a la pequeña pero ahora ella parecía estarla consolando. Respira profundo, se calma un poco y logra dejar de llorar.

Se separan un poco. Erica se seca las lágrimas con la sudadera y Marisol con la mano. Muchas cosas pueden salir mal pero existe una posibilidad pequeña y recóndita de que salgan bien.

miércoles, 24 de agosto de 2016

[Butterfly] 29. Quebrar



XXIX. Quebrar


No puede ser. Es lo único en lo que puede pensar desde el día que Marisol le dijo que le gusta. Por eso ha hecho todo lo posible por alejarse, por no dar lugar a interacciones innecesarias. Incluso prefiere bañarse en casa para no encontrarla fuera de la alberca y no tener que escuchar de nuevo esas palabras. Le duele el pecho de sólo recodarlo.

Y no es que no le guste (porque sí le gusta), es sólo que es imposible. No tiene nada que ver con que las dos sean mujeres porque eso le ha dejado de importar hace mucho. Es simplemente el hecho de que Marisol es 8 ocho años menor que ella. Es una niña. En ese mismo instante, debajo del agua caliente de la regadera de su casa, puede pensar en miles de razones para que esa relación no funcione. Se cuela en su mente la palabra “estupro”.

Comienza a llorar. Porque sí quiere, de verdad quiere, pero no se atreve. Y se siente peor cuando borra los mensajes de Marisol sin siquiera leerlos. Al principio los leía, pero luego el dolor se volvió intolerable y llegó el miedo. El miedo a lastimarla, a alejarse de ella y también a quedarse a su lado. El miedo a todo.

Se le va a quebrar el corazón en pedacitos pequeños y difíciles de recoger y no tiene el valor de hacer algo al respecto. Podría dejar de huir, enfrentarla y decirle que ella no es así, que no le gustan las mujeres, pero que pueden ser amigas. Eso sería mejor para las dos. Pero tiene miedo y siente dolor y en realidad lo más fácil sería ahogarse un día y olvidarse de todo.

No puede dejar de llorar. No puede. Debe hablar con ella. Debe hacerlo.

lunes, 22 de agosto de 2016

[Butterfly] 28. Sumisión



XXVIII. Sumisión


Algo se siente incómodo. Por más que Marisol intenta hablar con Erica como siempre lo hace, hay un muro que las divide. Se trata un muro transparente que la deja mirarla pero le impide acercarse a ella con normalidad y rozar su mano cuando descansan entre un ejercicio y otro. Erica le parece ahora lejana, mucho más que antes de hablarle por primera vez.

Por eso ese día no trata de alcanzarla cuando hacen segmentos de velocidad y evita que los gritos entrenador le afecten. “Sé que puedo hacerlo mejor”, le gustaría responderle. “Podría ir más rápido si no me pesara tanto esta sensación”. Porque en verdad le pesa mucho la lejanía, esa especie de indiferencia. Después de lo mucho que le costó llegar hasta ese punto…

Han pasado tres días desde la confesión, y los tres días Erica ha evitado encontrarla y caminar con ella hasta la salida. Tampoco ha respondido sus mensajes. Si tan sólo pudiera hablar con ella y explicarle (decirle, mentirle) que todo fue una broma de mal gusto, que no es cierto, que por favor no le deje de hablar.

Ese día tampoco la encuentra cuando sale de la alberca. La sensación de vacío que tiene en el pecho le parece intolerable, inaguantable. Tiene ganas de llorar mucho, sin descanso, hasta que se le acaben las lágrimas. También siente una necesidad desesperada de correr hacia la casa de Erica y simplemente pararse delante de ella con la cabeza gacha en signo de sumisión. Lamenta tanto nunca haberle preguntado dónde vivía...

“No seas tonta”, se dice sin mucha convicción. Tal vez Erica sólo necesita tiempo para poner en orden sus ideas, encontrar las palabras adecuadas para decirle que no siente lo mismo. Eso debe ser. Cuando llegue el momento adecuado volverán a hablar, olvidarán lo que pasó y todo será como antes, incluso mejor.

Se siente tan estúpida por consolarse de esa manera, pero es lo único que se le ocurre para contrarrestar la desesperación. Comienza a caminar hacia su casa conteniendo las lágrimas. Está segura de que esa noche tampoco podrá dormir.

sábado, 20 de agosto de 2016

[Butterfly] 27. Leer



XXVII. Leer


No puede postergarlo más. Es ahora o nunca. Erica sale de la alberca en el momento justo.

―¿Podemos platicar un rato? ―le pregunta.

―Claro ―Erica le sonríe de esa manera amable que siempre hace que se sienta feliz.

Caminan en silencio hacia la salida y en lugar de que cada quien tome su rumbo rápidamente, se sientan en la banqueta a cierta distancia de la puerta principal.

―¿No podíamos empezar a hablar en el camino? ―aunque Erica se ríe un poco cuando dice eso, Marisol tiene la impresión de que está nerviosa.

―Es mejor si estamos cómodas ―responde con la voz más tranquila que puede encontrar. Intenta soltar una risita pero no puede, se le queda en el pecho y le causa incomodidad.

―Está bien ―estira las piernas y clava la mirada en las puntas de sus zapatos deportivos―. ¿Pasó algo?

―No. Bueno, sí. Algo así. Es que… Erica… tú… ―respira profundo. Por un momento no se cree capaz de decirlo―. Tú me gustas Erica, me gustas mucho.

Erica voltea hacia Marisol. Tiene los ojos muy abiertos y la cara roja. Se muerde el labio, se pasa las manos por la cara y susurra algo. Marisol no puede escuchar las palabras pero puede leer sus labios. “No puede ser”.

―Erica…

Erica ignora su súplica. Se levanta y comienza a alejarse. No se despide con la mano ni le dirige una última mirada. Sabe que de nada le sirve ir tras ella, que lo más probable es que no la escuche. La incomodidad en el pecho de Marisol se convierte en dolor.

“Sí puede ser Erica”, piensa antes de comenzar a llorar desconsoladamente.

jueves, 18 de agosto de 2016

[Butterfly] 26. Labios



XXVI. Labios


―Enséñame a nadar.

A Erica le hace gracia la petición dicha en voz baja, como si se tratara de un secreto.

―Tú ya sabes nadar ―responde apenas abriendo los ojos. Allá arriba, en el árbol debajo del cual están acostadas, alcanza a ver la cola de una ardilla.

―No. Quiero nadar como tú ―insiste Marisol, que se ha incorporado y se ha acercado más a Erica.

―Nadas casi tan rápido como yo ―murmura cuando decide abrir los ojos por completo. Se encuentra de frente con la cara redonda e infantil de Marisol―. Nadas bien.

Marisol no se mueve. Erica tampoco.

Erica empieza a ponerse nerviosa debido a la proximidad, así que mejor se dedica a memorizar los detalles: las cejas sin depilar, la nariz ligeramente ancha, las mejillas tersas, nuevas, sin tantas lágrimas amargas, los labios amplios, limpios de brillo o labial.

Parpadea lentamente y en esa fracción de segundo siente los labios de Marisol sobre los suyos. Abre mucho los ojos a pesar de que se trata de un beso superficial, un contacto prolongado. No se mueve. Intenta que el calor no le llegue a la cara.

Marisol rompe el contacto. Tiene la cara roja y su respiración está agitada. Erica no sabe cómo reaccionar. De todas las cosas que le pasan por la cabeza, la principal es que Marisol es casi 10 años menos que ella y que eso no está bien de ninguna manera.

Marisol se pone de pie de repente, con brusquedad, y se echa a reír, aún con la cara roja. Erica nota que el corazón le está latiendo muy fuerte y que las manos, apretadas en puños, le sudan mucho.

―Deberías ver tu cara ―dice Marisol entre risas que a Erica le parecen incómodas y falsas―. No creí que te quedarías pasmada. Creí que a tu edad ya nada te sorprendía.

Erica se sienta, respira profundo.

―¡Oye! Tampoco es como si fuera tan vieja... ―reclama, convenciéndose de que lo mejor es tomar todo como un juego.

Mira el reloj. Faltan quince minutos para las seis, hora de irse.

―Ya vámonos, Marisol, no quiero llegar tarde y que el entrenador nos ponga algún castigo.

Se pone de pie y toma sus cosas. Marisol se le acerca, le toma la mano, entrelaza sus dedos con los suyos. Es la primera vez que le agarra la mano y el contacto le parece demasiado íntimo. Erica se aclara la garganta. Entonces Marisol comienza a caminar hacia la alberca.

No hace nada por soltarse, simplemente la sigue. Algo se agita en su pecho y reconoce que se trata de miedo. Suspira. Por lo menos le queda el consuelo de que llegarán a tiempo.

martes, 16 de agosto de 2016

[Butterfly] 25. Chocolate



XXV. Chocolate


Respira profundo, contiene la respiración y repite las palabras mentalmente. Lleva todo el día haciendo lo mismo pero aun así está segura de que olvidará lo que tiene que decir cuando llegue el momento de ver a Erica de frente, sobre todo después de lo que pasó hace unas tardes.

Toca con cuidado el pequeño paquete que lleva en la bolsa frontal de la sudadera y de nuevo repite el pequeño discurso que preparó cuidadosamente hace dos noches, justo antes de quedarse dormida. Tuvo suerte de recordarlo intacto a la mañana siguiente.

―¿Lista? ―reconoce la voz y su cuerpo, que estaba recargado cómodamente en una de las paredes exteriores de la alberca, se queda rígido debido al miedo. Está sudando tanto que le parece que va a derretirse dentro de poco.

Toma mucho aire, tal vez más del necesario y entonces se da cuenta de que ya olvidó lo que debía decir. No le queda más remedio que improvisar.

―Ericatetrajeestoesperoqueteguste ―no sabe si Erica entiende lo que le dice pero no le importa. Contiene las ganas de llorar, saca rápidamente la barra de chocolate adornada con un pequeño moño rojo y se la extiende a Erica.

Erica se queda inmóvil un momento y su cara adquiere un tono ligeramente rojo. Toma el chocolate, baja la mirada.

―Gracias ―murmura apenas.

―Feliz día del nadador ―agrega. Esa parte sí la ha recordado aunque le parece que ya es un poco tarde.

Erica se repone, sonríe levemente. Guarda el chocolate y comienza a caminar sin mirar directamente a Marisol. Marisol la sigue.

―Te veo mañana ―dice cuando llegan al lugar en el que siempre se separan.

―Sí, nos vemos. Y… en serio gracias.

Marisol se queda parada observando a Erica alejarse y sus miradas se cruzan cuando la chica mayor voltea hacia atrás. Le dedica una sonrisa y sigue su camino. Marisol sólo permanece allí; aún no sabe cómo pero sabe que no puede continuar así.

domingo, 14 de agosto de 2016

[Butterfly] 24. Dolor



XXIV. Dolor


Caminan lentamente hacia la salida. La práctica de ese día fue intensa y ninguna de las dos tiene ganas de hablar mucho. De todas maneras el silencio se siente cómodo y acogedor.

―Erica…

―¿Mmm?

Marisol duda. Desde la plática que tuvo con Dana ha querido preguntarle eso. Se convenció de que por ahí debe comenzar. Sin embargo, no había tenido la oportunidad hasta ahora y en realidad no sentía que ese fuera el momento justo.

―A ti… ¿te gusta alguien?

Erica se detiene de golpe, se queda mirando a Marisol, que se paró un par de pasos enfrente de ella, y sus mejillas se ponen ligeramente rojas. Marisol le devuelve la mirada y sonríe un poco; intenta fingir que no pasa nada pero siente tanto dolor en el pecho que parece algo se va a romper en su interior. Se lleva una mano a la zona afectada y hace presión; tal vez así mejore.

―No preguntes esas cosas, no son importantes ―responde Erica después una pausa que  a Marisol le parece eterna.

Marisol trata de reprimir los deseos de gritar. “Claro que es importante” quiere decirle. “Quiero saber si tengo alguna oportunidad...”.

―Es curiosidad ―dice en su lugar. Sabe que la voz se le ha roto un poco pero finge que no le importa, que no pasa nada. Incluso alza levemente los hombros en señal de indiferencia.

Erica suspira y niega con la cabeza. Marisol no sabe si es una respuesta a su pregunta o si simplemente no puede creer que Marisol piense en esas cosas.

Sin decir nada más Erica vuelve a caminar, pasa a su lado sin mirarla y Marisol la sigue conteniendo las lágrimas. Eso cuenta como un fracaso.

viernes, 12 de agosto de 2016

[Butterfly] 23. Porno



XXIII. Porno


Es la primera vez que Marisol se anima a participar en uno de los juegos de sus amigas y está nerviosa. Ese día tomó su primera cerveza y después de repetir la hazaña varias veces siente que el mundo gira un poco. Eso no impide que se ría como tonta mientras ve la botella girar en medio del pequeño círculo que forman en el patio de la casa de Clara.

Se alegra de no tener que caminar ni hablar con sus papás en ese estado. Increíblemente, le habían dado permiso de quedarse a dormir en casa de Clara y en ese momento lo agradece sinceramente.

La botella se detiene. Marisol vuelve a reírse cuando nota que la base de la botella apunta hacia ella y la punta hacia Dana. Ahora se supone que debe hacerle una pregunta atrevida o ponerle un reto. Siente la mirada de Clara sobre ella, así que le hace un guiño. Se le ha ocurrido algo divertido.

―¿Has visto porno? ―pregunta. Siente que las palabras se le embarran en la lengua y la sensación la hace sentir incómoda.

Rosa, que está recargada en el hombro de Marta, suelta una risilla nerviosa y Marisol nota que tiene la cara roja, aunque no sabe si se debe a las cervezas o a la pregunta.

Dana la mira fijamente, como intentando descifrar las palabras de Marisol. Es la que menos alcohol ha consumido esa noche pero en ese instante parece un poco perdida.

―Pues… ¿porno de qué tipo?

―Cualquiera, Dana, da igual ―responde Clara prácticamente gritando.

―Yo… ―ahora su cara sí se pone roja y da la impresión de que no puede decidir qué responder―. Eh, sí, un poco.

―¿Sí? ¿Y qué se siente? ―pregunta Marta sonrojándose levemente―. Debe ser curioso ver… esas cosas. Y los actores...

Dana guarda silencio unos segundos y suspira ruidosamente.

―Mmm, sí. Y las actrices también.

Marisol abre mucho los ojos, mira a su amiga y después a las demás chicas. De pronto se da cuenta de que debe haber porno de mujeres. Sólo de mujeres. El calor le sube a la cara cuando intentar imaginar la escena. Entonces le llega otro pensamiento, uno que se niega a reconocer pero que de todas maneras se abre paso: ¿Erica ve porno de mujeres?

Siente que tiene la respiración agitada y que el calor sigue inundándole el rostro. No es un buen momento para pensar en Erica. Intenta enfocarse en sus amigas y nota que todas están sonrojadas.

―¿Podemos pasar a otra cosa? ―pide y Clara vuelve a hacer que la botella gire.

Marisol intenta mantener sus pensamientos controlados pero sabe que tarde o temprano tendrá que enfrentarlos. Sonríe. Espera que sea más tarde que temprano.

miércoles, 10 de agosto de 2016

[Butterfly] 22. Disfraz



XXII. Disfraz


El entrenador les pidió llevar un suéter y un pantalón de mezclilla y Erica se siente ridícula vestida así dentro del agua. Marisol voltea a verla y comienza a reírse.

―¡Te ves tan rara!

Erica se fija en la ropa de Marisol y luego mira a las demás chicas. La pequeña tiene razón, todas lucen raras y fuera de lugar, como si usaran un disfraz extravagante en una fiesta de etiqueta.

―Este hombre tiene cada idea... ―dice entornando los ojos. Aunque aún no han comenzado a nadar y sólo se ha tenido que mover un par de pasos, siente el peso adicional.

―Hoy tendrán que usar eso durante 40 minutos seguidos ―comienza el entrenador―. Pueden nadar en el estilo que quieran. Por el esfuerzo, recomiendo crol.

―¿En qué vas a ir? ―le susurra Marisol pegándose mucho a ella. Erica intenta convencer a su corazón de que deje de latir tan rápido.

―Crol. No quiero morir hoy.

―Eso es genial, tampoco quiero que mueras, de preferencia nunca… ―se interrumpe bruscamente y se le pone roja la cara. Erica suelta una risita y, cediendo a un impulso, toma su mano brevemente.

Voltea hacia el otro lado cuando la suelta y nota que dos de las tres chicas que nadan adelante de ella en crol ya salieron. Espera cuatro segundos después de que sale la tercera y se empuja de la pared. Intenta no pensar en la suavidad de la mano de la pequeña... En realidad intenta no pensar en nada.

lunes, 8 de agosto de 2016

[Butterfly] 21. Venganza



XXI. Venganza


―¿Entonces me lo vas a decir? ―pregunta Dana impaciente.

Marisol duda. Ambas están recostadas en el piso del cuarto de Marisol haciendo el resumen de un libro que deben entregar al día siguiente en la clase de español. Dana le pidió ayuda a Marisol el día anterior cuando se dio cuenta de que no había avanzado nada y Marisol aceptó ayudarla con la condición de que terminaran antes de que tuviera que ir a la alberca.

―Es una obligación ―responde por fin Marisol.

―Esa no puede ser la única razón. ¿Por qué no puedes faltar? ¿Qué hay de maravilloso en ir a nadar? ¿No es mejor ayudar a tu mejor amiga? ―las palabras de Dana irritan a Marisol, así que se levanta y se sienta en la cama.

―La condición era terminar antes. Simplemente no puedo faltar al entrenamiento y debo ver a... ―se calla de golpe. No puede decirle a su supuesta mejor amiga que el motivo principal por el que se somete al tormento del entrenador cada día es el deseo de estar cerca de Erica. El corazón le da un brinco violento con sólo pensar en su nombre.

Dana se levanta también y se sienta a lado de ella.

―¿Siempre si conseguiste un novio? ―murmura con tono conciliador.

―No es un novio, es…―“una amiga” quiere añadir. Pero Erica no es exactamente su amiga. La describiría como la persona que le gusta, su amor imposible.

―Ya entiendo. Te gusta alguien y sólo lo ves cuando vas a nadar, ¿no?

La comprensión de Dana la asusta. Se pone roja y las palabras se le atascan en la garganta.

―Sólo debes decirle que te gusta, Marisol ―continúa Dana alzándose de hombros como si no hubiera más remedio.

“Tal vez no lo hay”, piensa Marisol.

―No es tan fácil. Ell-él es mayor, tiene más de 20 y nunca se fijaría es mí ―se maldice un poco por hablar de esas cosas con Dana.

―No te preocupes por eso, dicen que no hay edad para el amor. Además, no pierdes nada con intentarlo.

Marisol asiente con la cabeza. Dana tiene razón. No hay edad… ni género, aunque eso ya lo sabía. Suspira.

―Apúrate con la tarea que te tienes que ir en una hora.

―Pero Marisol… Creí que por ayudarte ibas a aceptar quedarte ―responde Dana lloriqueando juguetonamente.

―No, pero gracias por el consejo ―sonríe.

―Ah, ya llegará el momento de mi venganza.

Marisol comienza a reír, se baja de la cama y vuelve a acostarse en el piso. Se siente feliz porque ahora sabe qué debe hacer.

sábado, 6 de agosto de 2016

[Butterfly] 20. Necesidad



XX. Necesidad


Ese día van al cine. Quedaron de verse en una plaza y Erica lleva cinco minutos esperando. Trata de evitar prestar atención a los latidos exacerbados de su corazón. En ese momento aparece Marisol y Erica le hace una seña con la mano, la misma de siempre, para que se acerque.

Es la primera vez que Erica ve a Marisol fuera de las instalaciones de la alberca y le parece extraño que no sólo se vista con ropa deportiva; supone que Marisol ha de pensar lo mismo de ella y la sola idea le hace gracia.

―¿Estás lista?

―Es la película de miedo, ¿no?

―Sí. El conjuro 2. ¿Viste la primera?

―En realidad no tuve tiempo de ir al cine en ese entonces ―responde con una sonrisa ligeramente culpable.

―No importa, de todas maneras esta es una historia independiente y por suerte para ti no es clasificación C, así que no hay problema con que no te dejen pasar ―dice a modo de broma. Recientemente Erica descubrió que a Marisol le hace enojar que le hable de las muchas cosas que no puede hacer por ser menor de edad.

―No me molestes con eso ―su tono de voz está a la mitad de un berrinche y una amenaza, así que Erica se ríe ruidosamente.

Marisol se cruza de brazos, poco dispuesta a moverse para ir a recoger los boletos que Erica pidió en línea. Erica la empuja desde atrás, por los hombros, y en poco tiempo Marisol accede a caminar.

―Espérame aquí, voy por los boletos ―le dice Erica y sale corriendo hacia la taquilla.

Recoge los boletos rápidamente y regresa a donde está Marisol.

―La buena noticia es que casi no hay gente. La mala es que ya se nos hizo tarde y la función comienza en cinco minutos, así que si quieres palomitas hay que apurarnos.

Erica mira a Marisol y se fija en los detalles de su risa ligeramente aguda.

―Sin palomitas está bien, no quiero engordar ―responde aún riendo.

Erica se suma a su risa y nota que Marisol la mira brevemente y luego aparta la mirada. Pasan de largo la dulcería y entran en la sala.

Encuentran su lugar cuando ya se apagaron las primeras luces pero aun así Erica nota que las personas que hay en la sala van en pareja y se sientan muy juntitas. Voltea hacia Marisol, que se ha quedado absorta en los comerciales. En la semi-oscuridad se ve aún más joven, como si tuviera 12 años y no 14. Se pregunta si a los 14 a ella también le habría gustado ir al cine con alguien mayor… Tal vez.

Se apagan todas las luces y comienza la película. No sabe cuánto tiempo ha pasado pero las manos de Erica se han puesto frías. Extraña más que nunca las palomitas porque así podría alejar un poco la ansiedad. Atrás de ellas parece haber un grupo de personas y les ha dado por gritar en los momentos en que a ella igual le gustaría hacerlo.

Mira a Marisol. Se ha cubierto los oídos con las manos y tiene los ojos muy abiertos. Quizá fue una mala idea llevarla a ver esa película. De pronto siente la necesidad de protegerla. No hay ninguna división entre los asientos, así que se recorre todo lo que puede hacia Marisol y le pone una mano en la pierna.

―No es real ―le susurra.

Marisol asiente con la cabeza y se recarga en su pecho. Entonces Erica la rodea con los brazos.

Se quedan así el resto de la película. Cuando todo termina y las luces se encienden, permanecen abrazadas durante unos minutos más. Luego se sueltan al mismo tiempo, como si las dos se dieran cuenta de que no deben comportarse así.

―Gracias. ¿Podrías… no decirle a nadie que me dan miedo estas cosas? ―pregunta Marisol mirando hacia el piso y con la cara roja.

―No te preocupes. Fue mi culpa de todas maneras. Podemos decir que fuimos a ver la película animada que querías ver ―responde Erica sonriendo.

―Esa es una buena idea ―dice y sonríe también.

Erica nota de nuevo esa sensación incómoda en el estómago y se lleva una mano a la cintura para intentar calmarse.

―¿Quieres hacer otra cosa? ―la pregunta sale de su boca sin que se dé cuenta. Mira a Marisol inquieta, preocupada por que la pequeña pueda darse cuenta de que pasa algo extraño con ella.

―M-me gustaría pero mi mamá dijo que después de eso iríamos a casa de mi abuela…

―No te preocupes. ¿Dónde te va a recoger tu mamá?

―En la salida del centro comercial. Supongo que ya debe estar allí, le dije a qué hora empezaba la película.

Se de pie unos momentos en un silencio incómoda. Marisol toma la iniciativa entonces, se acerca a Erica y le da un beso en la mejilla.

―Nos vemos el lunes Erica.

―Sí, cuídate y no sueñes cosas feas.

―Trataré.

Erica se queda en el mismo lugar viendo cómo Marisol se aleja. Cuando la pierde de vista comienza a reír como tonta.

jueves, 4 de agosto de 2016

[Butterfly] 19. Dinero



XIX. Dinero


“¿Ya viste el trailer que te mandé?”

El mensaje de Erica la toma desprevenida. Siempre tiene la costumbre de hablarle cuando debería estar haciendo tarea.

“Sí, se ve bien la película. ¿Prefieres esa?”

Llevan más de un mes posponiendo la ida al cine. El último pretexto de Erica fue que no tenía suficiente dinero. A veces a Marisol le da la impresión de que Erica trata de evitar pasar demasiado tiempo con ella.

“Sí, me gustan más las cosas de terror”.

Marisol reacciona. Odia las películas de terror. La última vez que vio una no pudo dormir durante toda una semana. Antes de responder abre el trailer que ya debería haber visto y lanza un gritito de pánico en los primeros cinco segundos.

“¿Estás segura?”

“Claro, ¿tú no? ¿No te gustan las películas de terror?”

Marisol deja caer la cabeza en su escritorio, muy cerca del teclado de la computadora. Cierra los ojos y se maldice. No puede decirle que le da miedo o Erica creerá que es sólo una niñita miedosa.

“Me gustan mucho. ¿Cuándo vamos?”

Marisol maldice más.

“No lo sé. ¿El próximo fin de semana?”

“Pero no salgas con una de tus excusas”.

“No te preocupes. Ahora sí vamos”.

Marisol sonríe. Tiene muchas ganas de ver a Erica lejos de la alberca, de hablar con ella durante más tiempo. Suspira. También le gustaría sentir sus brazos alrededor de su cuerpo… Últimamente no puede evitar tener ese tipo de pensamientos. Esconde la cara en las manos. No tiene ni idea de lo que está haciendo pero en realidad no le importa.

“Es una promesa, Erica”.

“Claro”.

martes, 2 de agosto de 2016

[Butterfly] 18. Calor



XVII. Calor


Llevan treinta y cinco minutos en el agua y a pesar de los descansos de 30 segundos que hacen cada 50 metros Marisol se siente sin aliento. Tiene la cara roja y está segura de que el pecho le va a explotar si la tortura se prolonga más de diez minutos.

Voltea hacia Erica, que en ese momento está a su lado en el primer lugar de la fila. Parece agitada pero no tanto como ella. Según le ha contado, lleva 6 meses entrenando a ese ritmo y su cuerpo parece haberse acostumbrado un poco.

Marisol respira por la nariz, contiene el aliento, mete aire por la boca, contiene el aliento de nuevo y luego expulsa todo el aire. Según el entrenador, esa es una buena manera de oxigenarse.

―¡Sale! ―grita el entrenador.

Marisol ve cómo sale Erica y espera su señal. Se empuja con fuerza de la pared, coloca su cuerpo en flecha y da unas cuentas patadas de delfín por debajo del agua. Sale a la superficie y comienza a nadar en mariposa, intentando seguirle el ritmo a Erica.

―40 segundos ―informa el entrenador cuando Marisol toca la pared y se para a recuperar el aliento.

―Bien hecho, Marisol ―la felicita Erica poniéndole brevemente una mano en el hombro.

Siempre le sorprende que Erica no tenga problemas para hablar después de hacer segmentos de velocidad.

―¿Cuál fue… tu tiempo? ―pregunta, aún agitada y sin poder controlar su respiración.

―38. No estuvo mal ―responde con una sonrisa.

En secreto Marisol quiere superar a Erica y le molesta que las otras chicas del carril le digan que debería nadar más rápido porque es más joven que ellas.

―Últimos 50 metros ―dice el entrenador haciendo que Marisol se olvide de todo lo que no sea sobrevivir esos 50 metros.

De nuevo sale Erica primero, de nuevo la sigue Marisol unos segundos después. Su cuerpo está a punto de darse por vencido pero se convence para seguir avanzando lo más rápido posible.

De nuevo toca la pared, de nuevo el entrenador le informa que hizo 40 segundos. Esta vez se quita los goggles y mira a Erica, que tiene una gran sonrisa dibujada en la cara.

―¡Bajé a 37! ―le dice sumamente feliz al tiempo que le agarra las manos.

Marisol puede sentir el calor en la cara y sabe que se debe al contacto. Se alegra de estar roja, agotada y sin aliento, así no puede hacer nada que delate cómo se le ha acelerado el corazón.

―Muchas felicidades ―le responde y, luego de milésimas de segundo de duda, la abraza, rogando que no se vea como algo fuera de lugar. Siente los brazos de Erica sobre sus hombros y bendice ser unos centímetros más bajita que ella.

―Vamos, vamos, tienen que hacer 500 metros de enfriamiento y no les va a dar tiempo si no se apuran.

Se separan al mismo tiempo y Erica comienza a nadar sin previo aviso. Marisol sonríe y la sigue.