miércoles, 30 de julio de 2014

Tic tac

Tic. Suena. Tac. Y el sonido del reloj no acompaña los latidos de mi corazón. Respiro. Siento la punzada de dolor abrirse paso a través de mi pecho. Cuento del uno al diez y luego del diez al uno sólo para darme cuenta de que no sirve de nada tratar de contener las lágrimas. Porque salen, se desbordan, corren por mis mejillas redondas y caen en un suelo que no me he molestado en limpiar.

Tic de nuevo. Otra vez tac. Y no tengo el valor de voltear hacia el reloj de manecillas que compró Aurora hace una semana cuando se fue a pasear. Suelto un gemido de dolor, porque las lágrimas no bastan para expresar la angustia. Porque nada basta, todo es inútil, pero no puedo hacer mucho más. El sol entra por una de las ventanas, abierta de par en par, y no huyo de él, ni me escondo, ni me hago bolita en el rincón de siempre.

Tic... Se ha detenido. Y ya no hay tac. Aurora no ha regresado y nadie sabe nada de ella. Siento que me evaporo y me elevo, y vuelo, vuelo muy alto. No la veo, no la he visto en los últimos 3 días y la policía ya se está cansando de buscar. Desfallezco porque no he comido, ni dormido y ahora el sucio reloj se ha detenido. Debe ser una mala señal. Cierro los ojos y llega el ardor, luego el insoportable dolor en el centro del pecho. No se va.

... Tac. Avanzó una vez más y en esta ocasión sí se quedó así para siempre. Se congeló en las 2:45  de la tarde, el momento justo en el que recibí la llamada que me informaba que Aurora no regresaría. Encontraron su cuerpo en condiciones deplorables cerca del que probablemente es el callejón más feo del centro de la ciudad. Y mi corazón se detiene, como el de mi Aurora se detuvo muchísimas horas antes, y ya no quiero saber nada más.

lunes, 28 de julio de 2014

No quiere al hombre

La mujer no quiere al hombre porque está enamorada de la otra mujer, de la de cuello largo, cintura estilizada, manos suaves y labios carnosos. De esa que vive en la casa de junto, que también está casada, que tiene tres hijos y es la ama de casa perfecta. De la que se llama Clara. A la que disfruta mirar por las mañanas cuando sale a regar las plantas con ese sombrero de ala ancha que hace que a ella se le encoja el alma.

La mujer no quiere al hombre con el que vive, con el que ha vivido desde hace 15 años y al que juró amar frente a un altar y vestida de blanco. Y cuando se le tumba encima para poseerla sólo puede pensar en Clara y en la sonrisa tan radiante que muestra cuando la visita a la 1 de la tarde cada tercer día, justo después de tomar el té y justo antes de despedirse con un casto beso en cada mejilla.

Y el hombre no se da cuenta, aunque a ella le brillen los ojos cuando habla de la amada vecina y se ausente de la casa por las tardes para ir a verla. Y si lo supiera no le importaría, porque lo suyo terminó hace mucho tiempo. Por eso ella se enfoca en Clara, en hacer yoga con ella las mañanas de los fines de semana y en salir de paseo los sábados por la tarde.

La mujer no quiere al hombre porque es lesbiana. Y la palabra le duele, la lastima, pero no porque sea algo malo, sino por no haberse dado cuenta antes. Porque aunque han llegado a besarse en los labios sabe que Clara no dejará a su trabajador esposo, ni a sus adorables hijos, ni a la ordenada casa para vivir una aventura con ella. Por eso llora muy quedito por las noches y se reprocha haberse casado con el hombre.

La mujer no quiere al hombre y la otra mujer no la quiere a ella... La próxima vez se encargará de tomar una mejor decisión.

sábado, 26 de julio de 2014

Princesa

La princesa le dijo que iría a verla. Y ella esperó en la ventana enfundada en su mejor vestido, con los zapatos de tacón más bonitos que pudo comprar el día anterior, un esmalte de uñas no tan bien colocado y un labial que le daba vida a su rostro. Esperó desde las seis de la mañana, sin sentir hambre, ni sed, ni ganas de hacer nada más que no fuera pararse allí a escudriñar el camino de grava que llevaba directamente a su casita.

Pensó en las veces que la había visto, las ocasiones en las que había hablado con ella y ese horrible momento en el que se dio cuenta de que se había enamorado de alguien inalcanzable. Recordó también el día que la princesa le había prometido, casi jurado, que le haría una visita y casi sintió deseos de llorar al ver que pasaban de las dos de la tarde y el camino seguía tan vacío como siempre.

De repente, se emocionó. Sería la primera persona que recibiría en años y no podía esperar a nadie mejor. Sonrió, se le llenaron los ojos de lágrimas y las dejó salir, que fueran libres para liberar así también a su corazón. Entonces lo notó: en el camino se empezaba a levantar el polvo, como si algún objeto transitara por ahí a una velocidad considerable. Soltó un grito de emoción, dio una vuelta torpe y poco grácil y se recompuso, lista para recibir a la princesa.

Llegó en un abrir y cerrar de ojos. De un momento a otro la tuvo frente a su ventana, alta y elegante, con un vestido lleno de brillos pero sucio, y una sonrisa de satisfacción que se grabaría para siempre en su memoria. Con toda la calma que pudo reunir, se alejó de la ventana para dirigirse a la puerta. Y la tuvo de frente. Tan bella, tan imponente, tan poderosa y llena de secretos que le habría encantado conocer.

La saludó. Ignoró el carruaje que estaba estacionado cerca y la invitó a pasar. La princesa aceptó. Ella se aseguró de cerrar la puerta con mucho cuidado para que nadie pudiera ver lo que pasaba dentro. Después de un par de palabras de cortesía, se besaron en los labios. Fue un movimiento torpe pero fluido, intenso, pasional, que les quitó el aliento y las hizo sonrojarse. Se sintió feliz. Tal vez no conociera todos los secretos de la princesa, pero se conformaba con que no fuera tan inalcanzable como parecía.

Evitó el pensamiento de que en algún momento encontrarían a un príncipe al que la princesa debería desposar. Ya hablarían de eso cuando llegara el momento, lo mejor sería disfrutar el presente. Así que se siguieron besando toda la tarde.

jueves, 24 de julio de 2014

Hambre

Tengo hambre pero sus labios no están a mi disposición. Y mi sexo pide a gritos el suave toque de sus manos. Me retuerzo y no logro llegar a la culminación. Yo no soy suficiente, no me basto, nunca... Necesito sus pechos pequeños pero complacientes, sus dedos ávidos, su calor, su olor, su persona sobre mí mientras me derrito.

Me vuelvo mil y un pedacitos, me desintegro esperando a que sea sábado. Trato de dormir pero tengo fiebre, el calor me está matando. En ese momento incluso deseo morir y doy vueltas en la cama tratando de cumplir mi estupidez. Pero no me caigo, no quedo inconsciente, ni siquiera soy capaz de conciliar el sueño.

Entonces suena mi alarma. He pasado la noche en vela y no me importa. Porque es sábado, sábado por fin. Y podré verla, tocarla, sentirla dentro. Sentirme el ser completo que siempre debería ser. Me levanto, tomo un baño, me visto sin tomarme la molestia de usar calzones y salgo casi corriendo a su encuentro. Tengo hambre, mucha hambre, pero estoy a punto de sentirme llena.

martes, 22 de julio de 2014

Maldita sea V

— Vamos, háblale —le dijo a su novia. Se refería a la joven agradable y tímida que habían conocido recientemente. Estaba segura de que su novia quería ser su amiga pero no se animaba y por algún motivo ajeno a su compresión no le pareció mala idea forzar las cosas.

— N-no, así está bien. Luego le hablo —respondió mientras reía. Notó que su voz transmitía nerviosismo y lo comprobó sujetando su mano y dándose cuenta de que sudaba. Era extraño, claro, pero... ¿Y si le gustaba? Volteó hacia la mujer con la que vivía y no pudo evitar observar que su mirada no se apartaba de la nueva joven.

Algo en su interior le dijo que estaba bien, que no pasaría nada porque ella era mejor. Por eso no le vio nada de malo a empujarla a la tentación, era sólo un pequeño juego que no tendría ninguna consecuencia, nada malo para nadie. Todo seguiría igual, ¿verdad?


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Despertó asustada. Hacía ya varias noches que tenía ese sueño y le daba mucho miedo. ¿Significaba que era su culpa? No, era de su ex novia por haberla engañado, sólo de ella. Le pareció increíble que después de un año y medio le siguieran atormentando las mismas cosas. Ya ni siquiera vivía en el mismo lugar, tenía otra casa, otra novia (viva, por cierto), una nueva mascota porque no se había sentido con la fuerza de quedarse con la anterior. Todo había cambiado.

De la nada, empezó a llorar y lo único que se le ocurrió fue encender la televisión rápidamente para intentar hacer que esas ideas se esfumaran. Y tuvo éxito, después de unos minutos las lágrimas se fueron y casi se sintió con ánimos de emprender otro día. Maldita sea, ¿por qué en serio no pudo ser diferente? A veces de verdad lo lamentaba.



Fin.

domingo, 20 de julio de 2014

Maldita sea IV

Salió a buscarla aunque hacía frío y llovía. No sabía hacia dónde caminar, así que optó por ir derecho, hacia la farmacia frente a la cual se habían besado por primera vez, el puesto de hamburguesas en el que habían comido hacía dos semanas, la tienda en la que compraban el alimento de la perrita que tenían en común.

Llevaba en una mano el papelito en el que su novia había dejado dicho que se iba "a la chingada" y conforme la distancia se hacía mayor lo apretaba con más fuerza. En realidad no se le ocurría qué más hacer. Se dio cuenta demasiado tarde de que no llevaba suéter y de que estaba temblando. Se pasó las manos por los brazos, frotándose para mantener el calor.

Empezó a llorar porque al parecer últimamente se le daba muy bien hacerlo cuando estaba sola y más sola no se podía encontrar. Entonces la vio, sentada en la banqueta, hecha bolita de seguro para no protegerse del frío. Llevaba el mismo suéter negro y viejo que le había visto durante los últimos días y el mismo pantalón sucio que ya era más café que azul. Se acercó, le habló con suavidad, como si de verdad todos sus rencores hubieran desaparecido y se sentó a su lado, esperando a que la otra levantara la vista.

Pero no lo hizo. El "demasiado tarde" había pasado hacía mucho tiempo. Notó las manchas de sangre, la palidez recién adquirida de su novia, la falta de movimiento, de vida... Gritó, gritó hasta que varias personas que vivían en esa calle salieron a ver qué pasaba y se horrorizaron. Y siguió gritando cuando iba a bordo de una patrulla hacia un destino desconocido.

Incluso el día del entierro seguía gritando, aunque los gritos sólo los escuchaba ella. Vestida de negro, con las ojeras más grandes que había tenido en la vida y los ojos rojos de tanto llorar, se dijo que lo único que cambiaría sería su decisión. Maldita sea, debió haberla dejado y su historia habría tenido un final más feliz.

viernes, 18 de julio de 2014

Maldita sea III

La había perdonado y sólo sabía que no había sido por convicción. Las circunstancias lo ameritaban, era necesario, lo mejor para todos. Pero no podía dejar de llorar, porque la herida estaba hecha y era muy profunda. Se odió por no dejarla, por seguir a su lado y fingir que jamás se lo recordaría, por soportar una traición tan grande. Decidió que era hora de regresar a casa. Seguramente su novia estaría acostada viendo la televisión como había hecho los últimos días, sin comer, sin beber, sin limpiarse las heridas.

Suspiró y se levantó de la banca. Echó un último vistazo a la cancha de fútbol rápido, agarró su bolso y empezó a caminar. En realidad no quería llegar, pero no contaba con ningún lugar para quedarse a dormir, ni para comer. Ni siquiera tenía mucho dinero en los bolsillos del pantalón. Sintió el horrible deseo de devolverle la jugada, cobrársela cara... Aunque tal vez sería mejor sólo ser indiferente, claro, eso le dolería más.

Sin siquiera notarlo, llegó a casa. Miró la fachada, sacó las llaves, introdujo la correcta en la cerradura. Subió las escaleras, entró a la habitación que se empeñaban en seguir compartiendo. La televisión estaba encendida y la cama vacía. A pesar de todo lo que eso implicaba, se sintió mejor y suspiró de alivio. Fue hasta que vio la nota pegada en el clóset cuando notó que todo había empeorado. Maldita sea.

miércoles, 16 de julio de 2014

Maldita sea II

Locura. En esos momentos todo era una locura. Estaba aturdida por el miedo, por las ganas de clavarle la daga en lugar de amenazar con usarla en ella misma, por la estupidez de leer las conversaciones de su novia con... la amante. Debió haberlas borrado, así nunca se habría enterado de que se habían enamorado. Porque todo habría sido diferente si sólo hubiera sido sexo, caricias ocasionales, besos no tan amigables, nada de eso habría importado realmente.

Entonces vio que su novia dejaba de llorar y de decir una y otra vez que lo sentía mucho. Le arrebató la daga sin que notara el momento y comenzó a hacerse heridas en los brazos. Se quedó estática, petrificada, sin saber qué hacer ni qué decir, hasta que decidió que no era su asunto y no tenía por qué importarle. Se tiró a la cama, se volteó para quedar frente a la pared y decidió dormir.

Cuando despertó, su novia estaba acostada en la misma cama, lo más lejos que podía estar. Tenía los ojos rojos y, al fijarse bien, notó que había sangre por todo el lugar. Se levantó, tomó sus cosas y salió de la casa.

Maldita sea, se dijo mientras corría lo más rápido que podía.

lunes, 14 de julio de 2014

Maldita sea I

Las nubes se habían ido y el sol brillaba con toda la potencia de la que parecía ser capaz... pero ni siquiera eso la detuvo. Respiró hondo, lo suficiente para contener las lágrimas, la ira, el miedo, el dolor y todos esos sentimientos que revoloteaban a su alrededor como una amenaza de muerte. Se puso la sudadera que siempre usaba cuando iba a correr, el primer short que encontró, y se dirigió hacia la pista de atletismo que frecuentaba.

Y entonces se dejó llevar. Correr siempre era un alivio para ella, le brindaba momentos para pensar, llegar a soluciones, aunque el problema que le causaba conflicto en ese momento era algo muy distinto. Una vuelta, dos vueltas, cinco... aumentó la velocidad, pidiéndoles a todos los dioses que la mataran en ese instante. Las lágrimas comenzaron a fluir pero no se tomó la molestia de secarlas; de todas maneras el viento le estaba ayudando.

Se detuvo, agotada. Estaba lista para regresar y toparse con la mujer que amaba, con la que vivía, la que la había traicionado. Le dolió el pecho y se llevó las manos al lugar sólo para darse cuenta de que no podía tener acceso a él. Luchó de nuevo y se encaminó hacia su hogar, su feliz hogar. Un pie primero, después el otro, un esfuerzo demasiado grande, una carga demasiado pesada. Y justo cuando pensó que no podía ser peor, se encontró de frente con su novia, que tenía una sonrisa radiante y una bolsa llena de jugosas fresas.

Maldita sea.

sábado, 12 de julio de 2014

Ya pasó

Terminamos pero está bien. Tú estás bien, yo estoy bien, no hay ningún problema, era lo mejor para las dos. Lo entiendo y estoy de acuerdo con que seamos amigas... de nuevo. Porque así empezó todo, ¿recuerdas? Éramos amigas y me dijiste que podrías intentarlo aunque no coincidiera con lo que siempre habías hecho. Agradezco que no me hayas rechazado, que aunque durante unas pocas semanas me hayas hecho sentir que tenía alguna esperanza.

Pero esas cosas no cambian y debí haberlo sabido. Por lo menos no me dejaste por otras persona (y sabes que me refiero a un chico), por lo menos fue sólo para ser honesta contigo. Ya es ganancia, ¿no? Y entonces seguiremos paseando por ahí, fingiendo sin caer en lo absurdo que no me afecta con quién te acuestas y que me fijo en los jóvenes que me enseñas. No, no, no sé por qué lloro si todo está bien. Estamos bien, ya pasó lo peor.

jueves, 10 de julio de 2014

Ataque sorpresa

Es el momento preciso para atacar. Se esconde detrás de un árbol, se abriga en la oscuridad. Saca la navaja que le robó a un antiguo compañero, la mira, aprecia su brillo y le ruega que cumpla su función. Entonces se concentra, enfoca toda su atención en la delgada joven que está sentada en una de las bancas de ese parque, tranquila, como esperando a alguien. Pero es raro, ¿no? Está sola, en una zona no tan segura de la cuidad, sin suéter a pesar del frío, tarareando una suave melodía.

Se mueve un poco y ahora se esconde detrás de otro árbol, más cerca. En un acto reflejo, aprieta el agarre de la navaja. Y el frío se cuela por su abrigo y tiembla durante casi un minuto sin poder contenerse. Se dice que el clima cada vez está peor, que es sólo eso, pero en el fondo está muy asustada. Parpadea para alejar las lágrimas de los ojos. Cuando de nuevo voltea hacia su futura víctima, nota que ha desaparecido.

 ¿Qué haces por aquí tan tarde? escucha justo detrás de ella. Las lágrimas están más cerca que nunca de salir y evita gritar para no parecer un blanco fácil.

Mueve el pie derecho con mucha precaución, como para empezar a voltear...

 No lo hagas, quédate quieta siente el frío de la mano que le toca el hombro y el pánico empieza a correr a través de ella. ¿Por qué lo siente si lleva varias capas de ropa? Tú me estabas vigilando, ¿por qué?

Y justo en ese momento todo el valor que había juntado se esfuma. La voz que le habla es tan lejana, débil, cansada pero tiene un toque dulce que sólo la asusta más. Ahora sí empieza a llorar, suelta la navaja y se cubre la cara con las manos. Se deja caer, sin importarle ya lo que le pueda pasar. Porque todo eso fue un gran error. ¿Cómo creyó que podría asaltar a una persona, a hacerle daño? Y todo por nada, ni siquiera necesitaba el dinero.

 No te voy a hacer daño murmura de nuevo la voz y se da cuenta de que se trata de una mujer. La siente cerca, muy cerca, y nota que la está abrazando.

Cierra los ojos, complacida.

 Esta vez no me alimentaré de ti le dice. Abre muchos los ojos y siente que la otra ya no la abraza, se ha ido. "Esta vez...".

martes, 8 de julio de 2014

Resignación

Soñar que la besas y que te corresponde. Que se abrazan con fuerza hasta querer desaparecer en la otra. Que las lágrimas se evaporan cuando sus dedos las tocan. Que es magia lo que se mueve alrededor y luces y colores, y miles de corazones latiendo al unísono, igual que el de ustedes.

Despertar y estar sola. Encontrar el otro lado de la cama sin deshacer. Llorar en silencio y lamentarte una y mil veces por haberla dejado ir. Recordar caricias lejanas, amores olvidados, corazones intactos en un momento y destrozados en el otro. Decir, gritar, maldecir, romper el cristal teñido de azul que solía ser parte de la ventana. Sangrar, evaporarse y quebrarse hasta dejar de ser.

Abrir los ojos y recordar. Resignarse, se ha ido. No hay frase de buenos días. Y simplemente te dices que debes seguir adelante aunque no estés del todo convencida.

domingo, 6 de julio de 2014

De cierto modo

No llegó a decirle que la quería y que así había sido desde hacía un par de años. No tuvo la oportunidad de derramar las lágrimas amargas que había acumulado ni de pedirle perdón por haber sido desleal, por haberse duchado con ella, dormido con ella, estado con ella en situaciones demasiado íntimas.

Porque justo cuando las palabras iban a salir de sus labios para no explotar en su pecho, el hombre que se iba a casar con su mejor amiga apareció de la nada. Y ya no fue ella la que tuvo que confesar. De cierto modo fue más fácil escucharle decir que se iba a casar y que estaba embarazada que tratar de explicar lo que sentía. Sólo de cierto modo...

viernes, 4 de julio de 2014

Agradecer

Te dije que me iba porque ella era mejor que tú en muchos aspectos. Te expliqué que prefería dejarte antes que engañarte ya que no me gusta el juego sucio. Pero preferiste no escuchar, taparte los ojos para no encontrar lo que estaba frente a ti. Impediste que me fuera cuando decidí tomar mi minúscula maleta de viaje, empacar mis pocas prendas y alejarte de la vida que habíamos construido. Lloraste, me amenazaste, me chantajeaste y me quedé, porque al final siempre acababa cediendo.

¿Y sabes qué? Ahora no puedes retenerme. Ya no escucho tus palabras, ni veo tus lágrimas,ni me afectan tus mentiras. Ya no me importa que me apuntes con un arma, ni que la sangre salga de mi cuerpo por múltiples heridas que no puedo cubrir, ni siquiera que la vida se me vaya de entre las manos. No te pertenezco. Es una lástima que no pudiera irme con ella, pero es ganancia que no deba quedarme contigo.

Tal vez deba agradecerte que me mataras.

miércoles, 2 de julio de 2014

Lo que nos tocó vivir

 Dame la mano y dime cuántas veces hemos hecho esto le dijo, reuniendo el valor de sentarse junto a la cama de hospital que tan incómoda le había parecido.

 Esta vez no es lo mismo respondió la otra después de darle la mano. Tenía la voz rota, posiblemente a causa del cansancio o de todos los fármacos que recibía a través de la vena. Hizo el intento de sonreír pero sólo salió una mueca extraña, sin vida, sin brillo alguno.

 No importa, no podemos darnos por vencidas, no podemos insistió, sintiendo las lágrimas en los ojos y el miedo en las entrañas. Los médicos le habían dicho que el cáncer ya no era tratable, no sólo por la metástasis sino por el lugar. Pero no quería aceptarlo, porque el amor de su vida no podía irse tan rápido.

 Tú no puedes, yo sí. Espera, no me interrumpas. Ya llevamos más de 15 años juntas, ya reímos, lloramos, disfrutamos, salimos, comimos, hicimos una y otra vez; ya nos llenamos la una de la otra, y estoy conforme con lo que nos tocó vivir. Por favor...

No pudo evitar llorar, dejarse caer en la cama y permitir que la otra le acariciara la cabeza. Pero era justo, lo mejor era que se fuera, era demasiado sufrimiento para todos. Por eso, cuando se encontró frente a su tumba, prefirió reír. Así era mejor.