viernes, 17 de mayo de 2013

Premio de consolación

— Te doy dos opciones. Una: vamos a un parque temático y nos limitamos a ser amigas. Dos: vamos a un hotel y seguimos siendo amantes.

— ¿Y por qué no me das opción de ser novias?

La primera que había hablado movió la cabeza de derecha a izquierda con lentitud acompasada.

— O sea que sólo me quieres en una cama, jamás fuera de ella —reclamó la otra con serenidad.

— Te di la opción de ser amigas…

— Pero nunca la de ser novias. No entiendo qué me hace falta. Comprendo que no quieras estar en una relación pero hace ya un año que te espero, te espero sentada bajo la lluvia, parada bajo el sol, mientras sueño y mientras río. ¿Tanto te cuesta darme ese gusto?

— No seas egoísta, no es cuestión de gustos. Simplemente… no estoy lista.

Se desesperó. Llevaba un año diciéndole que “no estaba lista” y ella seguía esperándola. Pero todo tiene un límite, ¿no? Por eso se levantó, tomó su bolso y salió caminando con mucha rapidez del local, dejando una cuenta por pagar. Como lo esperaba, la otra ni siquiera intentó seguirla.

Y era porque así pasaba siempre. Ella se enojaba y la otra, la que no quería aceptarla como pareja, la llamaba doce horas después estando borracha. Ese día había tenido el valor de abordarla y decirle las cosas claras, incluso se sentía capaz de rechazar cualquier cosa cuando esa noche le llamara.

Lo que más la desesperaba y frustraba era el “no estoy lista”, porque eso la obligaba a estar con ella hasta que lo estuviera, a esperar. No era nadie para forzarla a comenzar una relación que claramente podría terminar mal, pero es que la gente se cansa de poner la cara de estúpido enamoramiento y de abrir las piernas cada vez que…

Una mano se posó en su hombro sin que ella siquiera hubiese sospechado la presencia de otra persona. Lentamente, giró la cabeza hacia su posible atacante, dispuesta a sacar el celular y el dinero que le pidiera. Su estado cambió de sorpresa-cautela-miedo a ira-coraje-desesperación.

— ¿¡Ahora qué quieres!? —la frase se ahogó en su garganta, dando lugar a un grito contenido, lleno de llanto interno.

— Decirte la verdad —su mano no se apartó del hombro de la joven emboscada—. Ya salgo con alguien más. Por eso no quiero una relación contigo.

La ahora dañada y ofendida lo había sospechado e incluso se había negado a escuchar los comentarios de sus amigos cuando se lo insinuaban, también había pasado noches en vela pensando lo que haría si el problema fuera ella, si la razón por la cual la otra no quería una relación seria fueran sus senos pequeños o su supuesta bipolaridad.

— ¿Hace cuánto? —la pregunta se abrió paso entre las capas de indignación y tristeza que se aglomeraban en su garganta.

— Un mes. Fue un flechazo, amor a primera vista, como dice la gente. No quería decírtelo para no lastimarte.

— Era mejor, así buscaba a otra persona —se escuchaba casi serena. Las lágrimas se habían escondido ya pues, después de todo, ya en casa lloraría y habría mucho tiempo para refrescar la herida, contando la historia una y otra vez.

— Perdóname.

— No te preocupes, sé feliz —una leve nota de sarcasmo inundó la oración—. Pero me debes un viaje a un parque temático, el que sea —le guiñó un ojo—. Ah, y ni creas que nos volveremos a encontrar sobre la cama —esbozó una sonrisa bastante natural.

La otra quitó la mano del hombro ajeno y sonrió.

— Te llamaré para ponernos de acuerdo.

— No, no, yo te llamo. Y gracias por decirme todo.

Después se dio la vuelta, sonriendo. Empezó a caminar hacia su casa ya que ese día no pensaba tomar el autobús. Notándolo pero sin que le importara, lloró hasta que llegó a casa y más tarde, cuando se lo contó a sus amigos y cuando lo recordó en una cita con otra mujer.

Se dio cuenta de que habría sido mejor haber elegido la primera opción desde el principio y no como premio de consolación.

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