lunes, 27 de mayo de 2013

La pecera azul: XI

El mes que Helena se alejó de Samanta fue el más de feliz de la vida de Raquel. El día siguiente del incidente, cuando Raquel llegó a trabajar, las ganas de vivir de Helena habían disminuido considerablemente. Le narró todo lo sucedido. Entonces ella vio su oportunidad. Si bien Helena estaba enamorada de Samanta aunque realmente no quisiera moverse de su segura posición, en ese momento estaba decepcionada y era un blanco fácil.

Su idea le pareció retorcida e incluso un poco cruel pero hay cosas que deben arriesgarse y trabas morales o éticas que deben romperse para obtener lo deseado. En su caso, pensaba pasar por alto que si Helena aceptaba, lo haría porque Raquel era su único apoyo, no porque sintiera algo por ella. A la larga, no funcionaría, estaba casi segura. En el casi cabía la posibilidad de que se quedara con ella por un amor surgido del agradecimiento. Era casi imposible.

Se le acercó lentamente, como con un animal al que se le tiene miedo o se sabe lo peligroso que es. Primero le tomó la mano. Lentamente, el toque se convirtió en un abrazo. Así platicaron por largo rato mientras Raquel le contaba una que otra historia alegre para mejorar el ánimo. Luego, muy rápido, Raquel le dio un beso sobre los labios pero sin meter la lengua. Y su plan pareció funcionar. Helena cerró los ojos ligeramente y sus labios se comprimieron para el beso.

― ¿Quieres salir conmigo? ―murmuró para no alterar el momento.

Helena movió la cabeza afirmativamente. A partir de ese momento, las pocas veces que Samanta apareció en la semana, Raquel se portó más agresiva que nunca. Después regresó sólo para mostrarse sumamente arrepentida y dispuesta a tirarse de un puente como si fuera lo más normal del mundo. Además, le había llevado un collar precioso.

La oportunidad de Raquel había llegado a su fin y ella así lo asumió. Cuando Samanta se fue, le agradeció a Helena por estar con ella ese tiempo y que todo volvía a la normalidad. No esperó la respuesta, se fue a casa y se durmió temprano. Recordó que no habían tenido sexo y lo lamentaba; se habían tocado por todas partes pero Helena se negaba a la penetración. Raquel no la perdonó, especialmente porque sabía que estaba guardando su primera vez para alguien más especial.

Raquel llegó la siguiente tarde como si nada hubiera pasado. Saludó a Helena e incluso a Samanta cuando ésta llegó. Las vio irse juntas. Dolía pero era parte del proceso natural de la vida. Era el ciclo natural y ella debía pasar por ahí para superar todo. Su situación mejoraría.

Raquel era una joven morena, delgada y con cuerpo perfecto. Tenía los ojos de un café casi amarillo y la nariz perfilada. Además era alta. Al verla de lejos, parecía ser una modelo profesional de ropa interior y, de cerca, una de máscara para las pestañas. Raquel era bellísima, la mujer perfecta, pero Helena prefería a Samanta.

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