viernes, 3 de mayo de 2013

La pecera azul: VIII

― Que le gusto. Te lo digo porque me besó en la boca… bueno, casi en la boca. ¡Ah! No sé cómo explicarlo.

Samanta la escuchaba con cierta incomodidad. Estaba celosa pero no sabía de qué o de quién. Recordaba haber sentido lo mismo cuando su mejor amiga le había comenzado a hablar a una joven mayor y luego la había cambiado. También era la misma sensación de cuando su novio coqueteaba con otra cerca de ella.

Se limitó a mover la cabeza para decir sí pero a la vez no. Un gesto ambiguo era lo más conveniente en esas situaciones. En ese momento de su relación con Helena, prefería no crearse problemas. Eran buenas amigas y se hablaban diario. Además, se veían unas tres veces a la semana para ir a comer.

Sin embargo, desde que había conocido a Raquel, algo había cambiado drásticamente. Algo interesante había en Raquel. Le gustaba su piel morena, sus ojos oscuros y su cabello lacio. También su manera de hablar. Pero le interesaba también Helena. Ella era Helena, la mujer perfecta.

―…es muy confuso. Es que es linda, pero no soy lesbiana.

Samanta le prestó atención a la última palabra. Lesbiana. Ella tampoco era lesbiana. Nunca había tenido una relación con otra mujer y no recordaba haberse sentido realmente atraída de esa forma. Toda la vida se vio con hombres, algunos mejores que otros.

Se propuso como meta entrar a internet llegando a casa para investigar un poco sobre el hecho de ser lesbiana. Tal vez así sabría qué hacer o qué no hacer. Y tomaría una decisión. Seguramente podría solucionar todo.

― Samanta, ¿me estás poniendo atención?

― Sí, lesbiana ―murmuró.

― ¡Que no soy lesbiana! Tal vez deba comenzar por ser bisexual, ¿no?

Otra palabra que debía buscar en internet. Se preguntó si en verdad había pasado toda su vida tan desinformada y concluyó que sí. Era culpa de su naturaleza despistada. Ahora debería enfocarse en la realidad para salir victoriosa de un asunto importante.

― Claro. Así empiezan todos ―dijo lo primero que se le ocurrió.

― ¿Y si me gusta Raquel?

― Es guapa, no habría nada de malo. Además es joven ―algo de esa frase le hacía daño, le quemaba una parte del orgullo.

Helena la observó fijamente y Samanta sintió que se sonrojaba. La mirada de esa mujer la cautivaba. De nuevo, se sintió insecto, mariposa esta vez. Y esa mariposa se había quedado atrapada en una telaraña. ¿Saldría ilesa?

― Hay otras cosas que me interesan más, amiga ―hacía ya un tiempo que la llamaba así cuando no encontraba un mejor título. Eran amigas pero no era como para andar recordándoselo a cada minuto.

Samanta tomó un poco del agua de jamaica. Iba a seguir comiendo la pechuga de pollo empanizada que había dejado a la mitad pero se le fue el hambre.

― Cuéntame más del beso ―instó.

Helena siguió hablando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario