martes, 7 de mayo de 2013

Para siempre

— ¿Cómo que ya no quieres que seamos amigas? —murmuró tratando de gritar, con una media sonrisa en el rostro, como si no acabara de captar la broma.

— Pues así, ya ha pasado demasiado tiempo.

Magda no dijo nada más. Observó a su mejor amiga tratando de leer algo en su expresión, en sus ojos o en sus gestos. No encontró nada. Tal vez fuera porque su distracción le había impedido conocerla en ese sentido. Uf, y eso que había estado enamorada de ella desde la secundaria.

— Entonces supongo que esto es un adiós, Magda. En otra vida será.

— Pero yo no creo en las otras vidas.

Su mejor amiga alzó y bajó los hombros rápidamente. Cierto, ésa no era su culpa y nada podía hacer al respecto. Magda vio cómo se daba la vuelta y empezaba a caminar, probablemente sin rumbo. Estaba segura de que en el fondo le dolía.

— ¡¡Nati!! ¡¿Y si te digo que me gustas, que nunca quise ser tu amiga pero sí tu novia, que me toqué pensando en ti, que si me abandonas ahora me voy a morir…?! —dejó de gritar porque varias personas voltearon con curiosidad. Se sonrojó.

Nati se detuvo pero no dio muestras de querer verla. Magda corrió hacia ella como si no tuviera problemas respiratorios y un soplo en el corazón.

— Te alcancé —anunció con ayuda de su fuerza de voluntad, no de sus pulmones. Colocó una mano en el hombro de Nati y ésta por fin giró para quedar de frente. Estaba terriblemente roja y muy, muy enojada—. Eso me costó otros dos años de vida —rió después para tratar de bajar el mal humor de su amiga pero sólo consiguió hacerlo mayor.

— Magda, ¿cuántos años tienes?

— Diecisiete —no entendió a qué venía eso.

— Ahora piensa cuántos te dijeron que vivirías.

Magda lo entendió y no respondió. El “para siempre” no existía, ¿verdad?

Dijiste que seríamos amigas para siempre.

Por alguna razón que nadie le explicó, había nacido con un soplo en el corazón. Y nadie le dijo tampoco que viviría menos, bastante menos, de 30 años, ella lo escuchó un día que su mamá lloraba como si sus otros tres hijos fueran de cartón.

Te vas a morir, no hay para siempre, ¿entiendes?

— Tienes razón, es mejor para ti —le comunicó a su antigua mejor amiga. Comenzó a llorar y se echó a correr para que Nati no viera sus lágrimas, no otra vez.

Sus pies se movían sin que sus ojos los guiaran. Tropezó con varias personas pero no por eso se detuvo. Se quedó sin aliento, sintió mareos, tuvo una punzada ansiosa en la cabeza y… un dolor agudo que le obligó a abrir los ojos le traspasó el estómago. Se sentó.

No hay ningún para siempre.

— Vamos ya, que hay que aprovechar el tiempo que te quede —dijo sonriendo, tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse.

Magda nunca le había tenido miedo a la muerte pero en ese momento, en el que le parecía algo real y tangible, sintió verdaderos deseos de alcanzar la vejez. No pedía ningún para siempre, sólo un hasta que la muerte nos separe que durara más de 20 años.

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