V. Soñar
Es domingo y a pesar de
haber dormido hasta tarde está cansada. Mucho. Por suerte no tiene nada que
hacer. Nada de trabajo, nada de entrenamiento, nada de compromisos. Lo único
que tiene es hambre y dolor de estómago. Corre a la cocina y toma un yogurt. Regresa
a la cama.
Enciende la televisión,
en parte por costumbre y en parte porque vive sola y no le gusta que todo esté
tan silencioso. A veces le parece curioso que le haga falta el ruido porque
justamente lo que le gusta de nadar es que bajo el agua no se escucha gran
cosa.
Nadar. Se suponía que el
viernes sería un día de relajación pero hicieron resistencia y aún le duelen
los hombros. De todas maneras no le disgusta el dolor, es una manera de notar
que su esfuerzo está valiendo la pena.
De pronto se acuerda de
Marisol, ¿qué estará haciendo? En una tarde de domingo y a su edad seguramente
fue al cine con sus padres o salió a algún centro comercial con sus amigos.
Recuerda haber hecho cosas así cuando iba a la secundaria. En la preparatoria
empezó a fumar y las salidas se volvieron menos inocentes, pero Marisol no luce
como alguien que haría cosas malas.
Le gustaría tener su
número de teléfono y mandarle un mensaje para… saber cómo está. Sí, eso sería
bueno. Sonríe. En algún momento tendrá la oportunidad de hacerlo, sólo debe ser
un día que no olvide llevar su celular.
Bosteza y se hace bolita
en la cama. De nuevo siente deseos de dormir. Le da la espalda a la televisión,
se cubre con una sábana y cierra los ojos. Está tan cansada que no tiene ganas
ni de soñar...
“Cocinar nunca más será
un trabajo pesado con nuestro nuevo producto…”
Abre los ojos de golpe.
No tiene ni idea de cuánto tiempo ha transcurrido pero se da cuenta de que
están pasando el infomercial de las ollas maravillosas que prácticamente
cocinan solas.
Respira profundo y se
sonroja cuando recuerda vagamente que en su sueño aparecía Marisol. Es raro,
hacía mucho que no soñaba con nadie. Tal vez sea porque la ve a diario y lleva
dos días sin saber nada de ella. Incluso cabe la posibilidad de que quiera ser
su amiga de verdad, no sólo platicar fuera de la alberca sino algo más…
duradero.
Abraza la almohada con
fuerza y decide que definitivamente debe pedirle su número de celular.
Definitivamente.
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