X. Control
―Te vi nadar ―le dice Erica rápidamente, sin tomarse el par
de segundos necesarios para saludarla.
Marisol, que estaba bebiendo
agua, se atraganta y comienza a toser. En realidad no esperaba que Erica la
viera nadar. Cuando desvía la mirada hacia el carril de a lado puede observar
que las chicas del equipo de competencia nadan en serio, sin detenerse mucho
tiempo entre un ejercicio y otro, y por lo general sin hablar entre ellas.
Recuerda que hace un par de meses
en ese carril sólo había principiantes y entonces no le importaba mucho prestar
atención. En cambio, cuando llegó el equipo de competencia, la atrajo la forma
en que nadaban, los gritos de su entrenador y, sobre todo, el impecable estilo
de Erica (la única chica que nadaba en mariposa).
―Tu técnica es hermosa ―continúa
Erica cuando Marisol deja de toser―. De verdad. ¿Has pensando en entrar al
equipo de competencia? Podrías decirle al entrenador y nadarías con nosotras.
Marisol puede notar la emoción en
la voz de Erica y, como siempre, el calor le llega al rostro. Se queda sin
palabras momentáneamente y luego reúne todas sus fuerzas para poder responder.
―Es que… ya me lo habían pedido
antes pero la escuela...
―Apenas vas en la secundaria, a
esa edad se puede hacer de todo. Hace unos meses, cuando salí de la
universidad, sentía que esa había sido la peor etapa de mi vida pero ahora me
toca trabajar y, bueno, las cosas siempre pueden empeorar ―ríe.
A Marisol le sorprende que Erica,
habitualmente tan reservada y calmada, utilice tantas palabras en tan poco
tiempo. Desde luego, no le molesta, sólo le parece extraño conocer una nueva
faceta de ella. Entonces ríe también. No puede evitarlo. Se siente feliz y el
pecho se le hincha de tanta alegría.
―Está bien, le diré a tu
entrenador ―responde sin meditar en realidad lo que dice y olvidando de repente
todos sus miedos. Sólo puede pensar que Erica quiere que nade con ella y que
pasarán más tiempo juntas y...
―¡Eso es genial! ―responde Erica
acercándose mucho a ella, lo suficiente para que Marisol pueda distinguir todos
los detalles de su rostro. Una parte de ella quiere alejarse un poco y otra
quiere… Cierra los ojos, respira lentamente. Erica es más alta que ella y
podría… pararse de puntas y…
Erica le pone una mano en la
cabeza y la acaricia. Marisol abre los ojos de golpe y se pone aún más roja,
aunque creía que eso ya no era posible. Quiere echarse en los brazos de la
otra, sentir su aroma y la firmeza de su cuerpo. Su respiración se vuelve
pesada y parece que su corazón quiere escapar de su pecho.
Entonces Erica rompe el contacto.
Marisol siente que el ambiente se enfría y siente ganas de llorar.
―¿Le vas a decir mañana?
―pregunta Erica muy suavemente. Ninguna de las dos se ha movido y siguen muy
cerca.
Marisol asiente con la cabeza. Cierra
los ojos con fuerza para que las lágrimas no resbalen por su rostro. No sabe
por qué siente tantos deseos de esconderse en un rincón y llorar sin parar pero
decide que no es el momento de hacerlo. Apela a todo su control para calmarse
un poco y sonreír.
Esa noche, cuando llega a su
casa, se mete a la cama y llora hasta quedarse dormida.
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