XII. Deseo
Llega un poco antes de lo
habitual, lo justo para encontrar al entrenador de Erica cuando va entrando a
la alberca. Se supone que él entrena a las chicas del equipo submaster, pero
también hay algunas chicas de las categorías juveniles y allí es donde planea
encajar Marisol.
Se dirige al hombre e intenta
parecer relajada. Se dice que todo va a estar bien. Sólo tiene que decirle que
de verdad (de verdad) quiere nadar con las chicas y participar en las
competencias, que puede hacerlo. Después de todo, ¿no ya antes le habían pedido
que se uniera? Aunque esa petición la hizo la entrenadora del equipo juvenil…
―Buenas tardes. ¿Puedo hablar un
momento con usted?
El entrenador se detiene y voltea
hacia a ella, esperando. Marisol duda, sabe que debió haber planeado mejor ese
momento.
―Yo… me llamo Marisol y me
gustaría nadar en el equipo de competencia que usted entrena.
El hombre la mira, demasiado para
el gusto de Marisol, y asiente lentamente.
―Te he visto. Nadas con la
profesora Ana, ¿no?
―Sí, con ella.
―Mmm, Ana entrena al equipo
juvenil en el horario de la mañana, ¿por qué no le dices a ella?
La pregunta hace que comience a
sudar. Ya había contemplado enfrentar ese problema.
―Es que voy a la escuela en la
mañana y no me daría tiempo. Además, he visto que en su equipo hay unas chicas
de mi edad...
―¿Cuántos años tienes? ―la
interrumpe el entrenador. Su mirada intimida a Marisol.
―14.
―Bueno, esas chicas son mayores.
La más joven tiene 16, casi 17. No sé si puedas aguantarles el ritmo. ¿Tienes
algún estilo preferido?
―Mariposa ―murmura. Por algún
motivo que en ese momento no quiere explorar, se sonroja levemente.
―¿Mariposa? ¿En serio? ―suelta
una sonora carcajada―. Te gustan las cosas difíciles y eso me gusta. En el
equipo sólo tenemos una persona que nada mariposa.
―Erica ―dice bajando aún más la
voz. Baja la cara para que no se le note tanto el calor que la inunda.
―¿La has visto nadar? Tiene una
técnica muy pulcra.
―Sí, así fue como tuve la idea de
venir a hablar con usted ―responde tratando de hundirse en el piso―. Me
gustaría nadar como ella.
El entrenador no responde pero
Marisol sabe que la sigue mirando. Se arma de valor y alza la cara, entonces
descubre una sonrisa en la cara del hombre.
―Hagamos algo. Nada con nosotros
una semana a modo de prueba. Si veo que tienes potencial y aguantas, entonces
te puedes quedar. Si no, regresas con Ana.
Marisol no puede creer lo que
escucha. Tiene ganas de brincar, de gritar, de tirarse al piso y echarse a
llorar de felicidad. Últimamente se siente más sensible de lo habitual.
―Me gusta su idea, me encanta.
¿Cuándo empiezo?
―Mañana. Debes traer zapatos y
ropa para correr. Trabajamos fuera de la alberca de 6 a 7 y luego pasamos al agua
de 7 a 8.
―Está bien. Entonces mañana a las
6, es genial. ¡Muchas gracias!
―Por nada. Te deseo suerte ―dice
mientras se despide con la cabeza y retoma su camino hacia la pequeña
habitación de profesores.
Marisol se seca las lágrimas y
sale corriendo del lugar. Se dirige hacia la parte llena de árboles del centro
deportivo, se acuesta en el pasto y comienza a reír. Su deseo se ha cumplido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario