jueves, 21 de julio de 2016

[Butterfly] 12. Deseo



XII. Deseo


Llega un poco antes de lo habitual, lo justo para encontrar al entrenador de Erica cuando va entrando a la alberca. Se supone que él entrena a las chicas del equipo submaster, pero también hay algunas chicas de las categorías juveniles y allí es donde planea encajar Marisol.

Se dirige al hombre e intenta parecer relajada. Se dice que todo va a estar bien. Sólo tiene que decirle que de verdad (de verdad) quiere nadar con las chicas y participar en las competencias, que puede hacerlo. Después de todo, ¿no ya antes le habían pedido que se uniera? Aunque esa petición la hizo la entrenadora del equipo juvenil…

―Buenas tardes. ¿Puedo hablar un momento con usted?

El entrenador se detiene y voltea hacia a ella, esperando. Marisol duda, sabe que debió haber planeado mejor ese momento.

―Yo… me llamo Marisol y me gustaría nadar en el equipo de competencia que usted entrena.

El hombre la mira, demasiado para el gusto de Marisol, y asiente lentamente.

―Te he visto. Nadas con la profesora Ana, ¿no?

―Sí, con ella.

―Mmm, Ana entrena al equipo juvenil en el horario de la mañana, ¿por qué no le dices a ella?

La pregunta hace que comience a sudar. Ya había contemplado enfrentar ese problema.

―Es que voy a la escuela en la mañana y no me daría tiempo. Además, he visto que en su equipo hay unas chicas de mi edad...

―¿Cuántos años tienes? ―la interrumpe el entrenador. Su mirada intimida a Marisol.

―14.

―Bueno, esas chicas son mayores. La más joven tiene 16, casi 17. No sé si puedas aguantarles el ritmo. ¿Tienes algún estilo preferido?

―Mariposa ―murmura. Por algún motivo que en ese momento no quiere explorar, se sonroja levemente.

―¿Mariposa? ¿En serio? ―suelta una sonora carcajada―. Te gustan las cosas difíciles y eso me gusta. En el equipo sólo tenemos una persona que nada mariposa.

―Erica ―dice bajando aún más la voz. Baja la cara para que no se le note tanto el calor que la inunda.

―¿La has visto nadar? Tiene una técnica muy pulcra.

―Sí, así fue como tuve la idea de venir a hablar con usted ―responde tratando de hundirse en el piso―. Me gustaría nadar como ella.

El entrenador no responde pero Marisol sabe que la sigue mirando. Se arma de valor y alza la cara, entonces descubre una sonrisa en la cara del hombre.

―Hagamos algo. Nada con nosotros una semana a modo de prueba. Si veo que tienes potencial y aguantas, entonces te puedes quedar. Si no, regresas con Ana.

Marisol no puede creer lo que escucha. Tiene ganas de brincar, de gritar, de tirarse al piso y echarse a llorar de felicidad. Últimamente se siente más sensible de lo habitual.

―Me gusta su idea, me encanta. ¿Cuándo empiezo?

―Mañana. Debes traer zapatos y ropa para correr. Trabajamos fuera de la alberca de 6 a 7 y luego pasamos al agua de 7 a 8.

―Está bien. Entonces mañana a las 6, es genial. ¡Muchas gracias!

―Por nada. Te deseo suerte ―dice mientras se despide con la cabeza y retoma su camino hacia la pequeña habitación de profesores.

Marisol se seca las lágrimas y sale corriendo del lugar. Se dirige hacia la parte llena de árboles del centro deportivo, se acuesta en el pasto y comienza a reír. Su deseo se ha cumplido.

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