XI. Tabaco
Siempre lleva una cajetilla de
cigarrillos en la bolsa más oculta del bolso deportivo pero no ha fumado en por
lo menos un año. Sin embargo, en ese momento, después de despedirse de Marisol
y de comenzar a caminar intentando parecer relajada y tranquila, siente que
necesita uno.
Busca la cajetilla con lentitud y
sin dejar de caminar. Siente deseos de voltear hacia atrás para asegurarse de
que Marisol ya giró en alguna esquina o de que por lo menos no está viéndola
pero se contiene. ¡Dios, se siente tan tonta y avergonzada!
El calor le sube a la cara al
recordar cómo se comportó hace algunos minutos cuando le pidió a Marisol que
entrara en el equipo de competencia. ¡Si hasta parecía una declaración de
amor…! Contiene un gemido de frustración al visualizar la escena y verse tan
emocionada y contenta, tan diferente a como es habitualmente. Nunca usa tantas
palabras en tan poco tiempo y en ese momento simplemente se deslizaron de sus
labios.
Reprime un grito cuando encuentra
la dichosa cajetilla y cae en cuenta de que no tiene encendedor. Ya había
olvidado que había decidido no llevar nada con qué encender los cigarrillos
para no caer en la tentación. Lamenta esa estúpida decisión, le vendría tan
bien un poco de tabaco...
¡Arg! Tiene tantas ganas de
esconderse, de llorar, de gritar y de jamás volver a comportarse así. Nunca
antes se había sentido tan tonta. Pero es que Marisol nada tan bonito, con
tanta elegancia que... no puede evitar sentirse emocionada con la idea de nadar
con ella. Y ahora lo quiere tanto que incluso duele. Se lleva las manos al
pecho y se concentra. No sabe en qué momento comenzó el dolor pero ahí está,
persistente e insoportable.
Por fin se detiene y se sienta en
la banqueta. Respira profundo. Se dice que debe dejar de pensar tanto las
cosas. Oculta la cara en las manos y se queda en esa posición. Se irá cuando se
convenza de que todo está bien.
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