XVI. Obsesión
Es viernes y el entrenador tiene
la idea de que deben nadar más que los otros días porque tendrán todo el fin de
semana para descansar. A Erica le duele la espalda después de nadar 1000 metros seguidos en
mariposa. Voltea hacia Marisol, que aguantó valientemente los primeros 500 metros y los otros
500 la siguió en crol, y le sonríe. La pequeña parece cansada pero le devuelve
el gesto.
Erica no sabe en qué momento
comenzó a latirle el corazón más rápido con el simple hecho de mirarla.
―¿Cómo estuvo? ―le pregunta.
―Horrible. ¿Haces esto cada
viernes?
Erica niega con la cabeza.
―A veces nadamos más ―se alza de
hombros―. Es la obsesión del entrenador.
―¿Hacerlas nadar distancia?
―Hacernos sufrir.
Marisol pone una expresión de
disgusto que no puede superponerse a la de cansancio durante mucho tiempo.
―¿Es lo último del día? ―la voz
de Marisol suena esperanzada y Erica no puede evitar soltar una risita.
―Sí, creo que tenemos 5 minutos
para relajarnos.
―Genial. Quiero relajarme en ese
mismo lugar, sin moverme ni nada.
El corazón de Erica late aún más
rápido. Cada vez que le pasa eso se pregunta si está bien sentir esa
incomodidad en el estómago y ese dolor en el pecho cuando está con Marisol.
―Mejor demos otras vueltas para
enfriar ―dice mirando fijamente a Marisol, que parece sonrojarse.
―Bueno…
Erica se sumerge en el agua antes
de que Marisol pueda decir nada más. Hay tantas cosas que en ese momento le da
miedo saber… Intenta concentrarse sólo en el agua abriéndole paso con cada brazada.
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