jueves, 20 de marzo de 2014

Tiempos espantosos

Advertencia: Ligeramente basado en Danza de dragones (quinto libro de Canción de hielo y fuego). No se recomienda leer este fic a menos que se tenga conocimiento de los acontecimientos de dicho libro.


“Su única amiga sincera”, pensó en medio de los delirios que la acompañaban cada momento de esa existencia. Las septas, las piadosas septas, seguían sin dejarla dormir. No sabía ya cuánto tiempo había pasado ahí, confinada, torturada, pero cada vez se desesperaba más, sentía que nadie la sacaría de ese lugar. Hasta se le había ocurrido olvidar sus intentos de dormir porque siempre terminaba en lo mismo. Si ella estuviera ahí...

Pensó, por décima vez en esa hora, en Taena Merryweather, a quien su cobarde esposo se había llevado a Granmesa. Cersei había tenido la esperanza de que esos tiempos espantosos se fueran con su reinado, que Taena pudiera llevar a su hijo a la corte para que conviviera con Tommen, a quien le hacía falta, y que sus juegos nocturnos permanecieran sin alteraciones.

¡Qué equivocada! Si no fuese una leona, no habría dudado en… ¿qué? ¿Llorar? Tal vez. Extrañó la piel oscura de su amiga, sus pechos abundantes y esa facilidad que tenía para complacerla. Pronto se dio cuenta de que ese deseo de poseerla no se limitaba a la sensación de poder que le daba, sino a algo menos lógico y más elemental: una atracción física.

El pensamiento se volcó rápidamente en su hijo, en el reino, en todo lo que la estaba esperando afuera de ese pequeño mundo que la ahogaba. Y de nuevo regresó a Taena. Porque no era sólo Tommen, ni el reino, ni el odioso Gorrión Supremo, ni Jaime que no aparecía, ni su impotencia por haber nacido mujer y no disponer de una espada, ni Osney Kettleblack que había cedido al látigo y había confesado... Era incluso más que el conjunto de esas cosas.

Y, en el centro de todo, la mujer de Myr. Tomó una decisión y cuando la septa Unella llegó a despertarla, ella ya estaba de rodillas lista para confesar sus pecados.

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