viernes, 14 de marzo de 2014

La fotografía

Tenía las manos arrugadas, marchitas, llenas de manchas cafés que no había notado hasta ese momento. ¿Cuándo habían aparecido? En realidad no tenía respuesta alguna. Suspiró, notando que entraba menos aire en sus pulmones y que le daban ganas de toser al exhalar. Se levantó de la mecedora con dificultad, cansada, con más dolores que ganas de vivir. Se dirigió al espejo y no pudo reprimir una risita histérica. ¿Cuándo se había vuelto tan vieja? Desde el otro lado del espejo la contemplaba una anciana con unos chinos blancos en la cabeza y profundas arrugas marcadas en el rostro.

"El paso de los años tiene sus consecuencias", se dijo, aún sin poder dejar de mirarse, como si llevara siglos sin verse a un espejo. Y en realidad así había sido. Pero estaba cansada, más decepcionada de la vida que antes y con el corazón igual de roto. Con el paso lento de la anciana que era, caminó hacia la gigantesca vitrina de cedro que tenía platos de colores diversos, figuritas de aves talladas en piedras cuyo nombre había olvidado y fotografías, muchas fotografías rodeadas por marcas antiguos.

Las llaves estaban pegadas a la cerradura de una de las puertas, así que sólo fue cuestión de girarla. El movimiento le provocó dolor en los dedos y recordó, oportunamente, que también tenía artritis. Prefirió evitarse la pena de contemplar sus manos otrora delicadas y bellas. Olvidó el dolor a fuerza de golpes mentales, despertando el dolor que le inundaba el corazón. Entonces fue capaz de alargar la mano para tomar la fotografía más amarilla pero aún visible; en ella se veía a dos mujeres jóvenes, una más alta que otra, abrazadas, sonrientes... felices.

Las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas. No quiso pensar en el nombre de la mujer que la había abandonado muchos, de verdad muchos, años atrás. Tampoco alzó la mirada al cielo ni preguntó por qué. Ya mucho se había atormentado y estaba muy cansada. Con el mismo paso lento, pesado, regresó a la mecedora. Llevaba la fotografía en una mano y con la otra trataba de ahuyentar penas pasadas. Se sentó, aliviada de sentir el contacto del marco contra su pecho. De pronto, empezó a ver las cosas aún más borrosas... Sonrió, diciéndose que la hora había llegado.

Abrazó la fotografía con fuerza y se preparó para morir, aún arrepentida por haber manejado en estado de ebriedad aquella noche y haber mandado a la tumba al amor de su vida. "Espérame", tuvo tiempo de pensar antes de que todo se volviera negro.

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