miércoles, 26 de marzo de 2014

Mucho tiempo

— No te vayas —no se le ocurrió decir nada más. Su voz salió cortada, segmentada, transmitía lo ¿destrozada? que se sentía. En el fondo, muy dentro, sabía que era lo "mejor". Separarse. Dejarse de ver. Abandonarse para siempre. Pero para siempre es mucho tiempo.

— No puedo —le respondió la mujer.

Y ella supo que era lo mejor, que era lo correcto, que no debía seguir rogando. ¡Era tan patética! Por eso se cubrió las orejas con las manos, cerró los ojos y los apretó muy fuerte, y dejo que se fuera. Escuchó el sonido de sus tacones bajando las escaleras, la puerta de la entrada principal que se cerraba y luego nada.


La manecilla del reloj seguía su curso y se repitió que para siempre en realidad no podía durar tanto.

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