domingo, 2 de marzo de 2014

Sexo casual: VI

Quería que la amara, que la estrechara en un abrazo que no terminara jamás. Pero su relación en público era la misma. A veces, cuando Elena estaba de buenas, le tomaba la mano o le daba abrazos rápidos de "mejores amigas". En otras ocasiones, cuando no estaba tan de buenas, le contaba con lujo de detalles sus relaciones carnales o sentimentales, que solían durar un par de días. En esos momentos tenía la sensación de que Elena sólo buscaba lastimarla.

Y lo lograba. Poco a poco, su corazón se comprimía y se sumía en un eterno dolor que no le daba tregua. Cada palabra que salía de la boca de Elena, aunque fuese linda, le transmitía sentimientos negativos, como si sólo fuera la muñeca que usaba para desahogarse. ¿O acaso buscaba ahuyentarla? ¿La quería alejar? Las dudas también la carcomían, y se sentía tan perdida y confundida que no dormía bien, no hacía bien las tareas y estaba cerca de perder el semestre.

— Ven, quiero tenerte ahorita dijo su amiga con tono autoritario y rostro pétreo. Estaba segura de que querría hacerla gritar de dolor mientras la penetraba.

La jaló por la manga de la playera y la llevó al hotel que solían frecuentar: un nido oscuro y con colchones a los que se les salían los resortes. Una vez, se había clavado un resorte salido y se había hecho sangrar. Elena pidió la habitación, pagó y la arrastró por las escaleras, todo con una desesperación que la habría hecho sentir mejor de haber sabido que se trataba de una pasión romántica.

— Desnúdate ordenó. Cerca del colapso, con las lágrimas a punto de derramarse, se quitó la playera. Se desabrochó el sostén, dejando caer sus senos de talla C. Procedió a desabrocharse el pantalón pero, antes de poder bajárselo, sintió el golpe que Elena le dio el la mejilla.

"Es sólo una bofetada", se dijo, intentando no ponerse a llorar con verdadero pesar. "Es una bofetada porque me estoy tardando mucho". No se tocó la mejilla, tampoco enfocó la vista, mejor se apresuró y se bajó el pantalón. En la misma acción, se deshizo también de los poco estéticos calzones que llevaba puestos. Y quedó desnuda. Desnuda, con frío, miedo y mucho dolor acumulado...

— Me aburres, Dalia sentenció. Siempre es lo mismo contigo.

Entonces ya no pudo seguir reprimiendo el llanto. Las lágrimas comenzaron a salir, una tras otra, lágrimas gigantes cayendo al suelo de mosaicos sucios. Trató de mirarse los pies descalzos y no fue capaz siquiera de precisar a qué hora se había quitado los zapatos.

— Cállate, me exasperas se oía relativamente calmada, incapaz de dañarla más. Calla, anda...

Esa vez, vio el golpe venir, pero no se movió. La mano de su amiga le impacto la otra mejilla, ensuciándose de lágrimas.

— D-dije que... no te dejaría nunca... y yo... me equivoqué los hipidos apenas la dejaban hablar, pero no le importó. De seguro se veía patética, aunque más patético había sido buscar amor en algo que para Elena sólo era sexo casual.

Se vistió como pudo, lo más rápido que le fue posible.

— Adiós, Elena.

Vio la mano de su amigo acercándose, mas nunca supo si la trataba de detener o de golpear. Salió corriendo, repitiéndose mentalmente que nunca más la volvería a ver.



Fin

No hay comentarios:

Publicar un comentario