lunes, 24 de marzo de 2014

Cadenas

Nos unen más que sueños, nos unen cadenas de pesados remordimientos. Recuerdos. Tu mano deslizándose por mi cintura, recorriendo las curvas prominentes de mi anatomía para instalarse, por fin, en el centro. Y reposar. Flotar en el inmenso espacio del placer corporal.

Pero ahí siguen las cadenas. No se van, no se borran. Se estancan. Nos arrancan lágrimas amargas que no queremos dejar caer. Y cuando nos miramos, atrapadas, fingimos la sonrisa más grande del universo. Me besas. Las sonrisas se vuelven verdaderas. Me tomas. Y la dicha nos llena de nuevo.

Sé que algún día nos resignaremos. No podemos escapar. Tu lugar está con tu esposo, el mío con mis hijos. Pero mientras nuestros encuentros al atardecer sigan acariciando mis dedos, yo... viviré con la esperanza de que las cadenas desaparezcan.

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