martes, 18 de marzo de 2014

Dolor profundo

Sentía el dolor muy adentro. Incapaz de aunque sea localizar qué le dolía, cerró los ojos. Sabía que la sangre que salía de su cuerpo como un río había ya formado un charco bajo ella y supo que iba a morir. Sólo deseaba que fuera menos... doloroso. La recorrió un escalofrío y después tuvo una convulsión. "Las convulsiones de la muerte", se dijo. 

Poco a poco, iba perdiendo la consciencia. Abrió los ojos poquito, lo suficiente para notar lo borroso y distorsionado que le parecía todo. Ni siquiera supo distinguir qué había a su alrededor y, a esas alturas, ya no lo recordaba. Creyó ver una sombra deslizarse por su lado izquierdo, algo demasiado rápido para no ser más que una ilusión.

Y entonces, cuando creyó que nada podía empeorar, los labios de alguien se posaron sobre los suyos. Abrió los ojos pero no fue capaz de ver nada. Sintió que el dolor profundo y de ubicación desconocida desaparecía para dar paso a un dolor breve, fugaz, en la muñeca.

Horas después, cuando recuperó una parte de su vida, se encontró con quien la había salvado: una mujer alta, pálida y, muy a su manera, bella. Sus ojos enormes y con las pupilas dilatadas la observaban sin tregua. 

— No preguntes por qué, pero me he enamorado de ti fue lo primero que le escuchó decir.

Y no tuvo necesidad de saber más. A partir de ese momento, gozaría de una existencia inmortal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario