domingo, 21 de julio de 2013

Morir de aburrimiento



— Tú has estado aquí desde el principio, ¿no? —estaba recostada en sus piernas, con los ojos cerrados, disfrutando el viento que jugueteaba con su cabello.



— Eso creo, soy una Diosa después de todo.



— ¿Y cómo era?



— No lo sé —murmuró acariciando el rostro de la otra mujer, centrándose en los labios—. ¿Acaso tú recuerdas todo?



— No, y eso que no he vivido tantos años —se incorporó, apartando la mano de la Diosa, hasta quedar de frente a su rostro, como si fuera a besarla.



— Casi —emitió concentrada en los ojos de color extraño de la mujer y cautivada por los rasgos finos de la cara.



— No tantos, insisto. Habría muerto de aburrimiento —sonrió mostrando el par de colmillos raramente alargados y mostrando una lengua traviesa que los recorría.

— Me encontraste, Vampireza, por eso no moriste —su tono arrogante hizo que la mencionada dejara de sonreír. La Diosa aprovechó el momento para robarle un beso superficial.

— Tal vez tengas razón —colocó una mano en un hombro de la completamente inmortal y la otra detrás de su cabeza para atraerla y besarla con profundidad. Fue un beso apasionado pero lento, de cualquier forma disponían de la eternidad para amarse.

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