— Lo hice con Ana.
— Ajá. ¿Qué puedo hacer yo? —su voz denotaba esa extraña indiferencia fingida que sale a flote cuando algo importa pero no se puede mostrar.
— Sólo te lo decía porque así lo indicaste. Además, tú lo quisiste —añadió en voz baja, con una nota de indignación dolida.
— ¿Cómo?
— Nada. Digo que parecía un reto de tu parte.
— De mi parte pero para mí, para no ser celosa ni posesiva —sentía un nudo en la garganta pero trató de modular su hablar.
La otra se le acercó y la abrazó. En medio del abrazo cálido, la víctima del engaño dejó que se le escurrieran un par de lágrimas.
— No cambiará nada, ¿cierto?
— No. Desde el principio te dije que eras libre de estar con quién quisieras.
— Sólo quiero estar contigo —la abrazó más fuerte y recargó su cabeza en la cabeza de la otra, perdiéndose en el aroma a flores de su cabello.
— Entonces olvidemos que tuviste sexo con Ana —a esas alturas, ya se había secado las lágrimas.
— Te quiero.
No respondió, prefirió ofrecerle los labios.
— Ajá. ¿Qué puedo hacer yo? —su voz denotaba esa extraña indiferencia fingida que sale a flote cuando algo importa pero no se puede mostrar.
— Sólo te lo decía porque así lo indicaste. Además, tú lo quisiste —añadió en voz baja, con una nota de indignación dolida.
— ¿Cómo?
— Nada. Digo que parecía un reto de tu parte.
— De mi parte pero para mí, para no ser celosa ni posesiva —sentía un nudo en la garganta pero trató de modular su hablar.
La otra se le acercó y la abrazó. En medio del abrazo cálido, la víctima del engaño dejó que se le escurrieran un par de lágrimas.
— No cambiará nada, ¿cierto?
— No. Desde el principio te dije que eras libre de estar con quién quisieras.
— Sólo quiero estar contigo —la abrazó más fuerte y recargó su cabeza en la cabeza de la otra, perdiéndose en el aroma a flores de su cabello.
— Entonces olvidemos que tuviste sexo con Ana —a esas alturas, ya se había secado las lágrimas.
— Te quiero.
No respondió, prefirió ofrecerle los labios.
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