lunes, 15 de julio de 2013

Aroma a flores

— Lo hice con Ana.

— Ajá. ¿Qué puedo hacer yo? —su voz denotaba esa extraña indiferencia fingida que sale a flote cuando algo importa pero no se puede mostrar.

— Sólo te lo decía porque así lo indicaste. Además, tú lo quisiste —añadió en voz baja, con una nota de indignación dolida.

— ¿Cómo?

— Nada. Digo que parecía un reto de tu parte.

— De mi parte pero para mí, para no ser celosa ni posesiva —sentía un nudo en la garganta pero trató de modular su hablar.

La otra se le acercó y la abrazó. En medio del abrazo cálido, la víctima del engaño dejó que se le escurrieran un par de lágrimas.

— No cambiará nada, ¿cierto?

— No. Desde el principio te dije que eras libre de estar con quién quisieras.

— Sólo quiero estar contigo —la abrazó más fuerte y recargó su cabeza en la cabeza de la otra, perdiéndose en el aroma a flores de su cabello.

— Entonces olvidemos que tuviste sexo con Ana —a esas alturas, ya se había secado las lágrimas.

— Te quiero.

No respondió, prefirió ofrecerle los labios.

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