domingo, 7 de julio de 2013

Esa forma



— Si te lastimo, dime —murmuró con esa voz que sólo le salía cuando estaba haciéndole el amor a una mujer.

La mujer que era su amante en turno no respondió, siguió con los ojos cerrados, apretando los labios para, seguramente, contener los gemidos. Por momentos, se movía, y entonces Amaranta aprovechaba para besarle los senos, lamerle el cuello y rozar sus labios ya sin pintura alguna. Su mano libre la recorría a ratos, tocando sus contornos sedosos y seductores.

— ¿Me detengo? —preguntó cuando escuchó sus gemidos y ella se levantó y le dio un beso húmedo, muy húmedo. Amaranta se quedó en el interior de la mujer por unos instantes, quieta.

— Sigue —dijo ella con la voz que seguramente adoptaba cuando alguien le hacía el amor, porque Amaranta recordaba haberla oído hablar sin percatarse de esa forma.

Siguió moviéndose, hasta que su amante echó la cabeza hacia atrás, aún con los ojos cerrados, abriendo la boca a ratos, exhalando suspiros apasionados. Todo se quedó en calma después. Amaranta salió del interior mojado y notó que sus dedos estaban arrugados. Sonrió. Le dio un beso en la frente y la abrazó, acariciándole la espalda, preparándose para dormir un rato e ir a trabajar por la mañana.

Los del hotel ya la conocían y sabían que a la noche siguiente probablemente regresaría, pues era su norma nunca tener sexo en su departamento. En ese instante, la mujer la besó. Amaranta rió, bajito, y pensó que tal vez estaba enamorada.


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