sábado, 26 de julio de 2014

Princesa

La princesa le dijo que iría a verla. Y ella esperó en la ventana enfundada en su mejor vestido, con los zapatos de tacón más bonitos que pudo comprar el día anterior, un esmalte de uñas no tan bien colocado y un labial que le daba vida a su rostro. Esperó desde las seis de la mañana, sin sentir hambre, ni sed, ni ganas de hacer nada más que no fuera pararse allí a escudriñar el camino de grava que llevaba directamente a su casita.

Pensó en las veces que la había visto, las ocasiones en las que había hablado con ella y ese horrible momento en el que se dio cuenta de que se había enamorado de alguien inalcanzable. Recordó también el día que la princesa le había prometido, casi jurado, que le haría una visita y casi sintió deseos de llorar al ver que pasaban de las dos de la tarde y el camino seguía tan vacío como siempre.

De repente, se emocionó. Sería la primera persona que recibiría en años y no podía esperar a nadie mejor. Sonrió, se le llenaron los ojos de lágrimas y las dejó salir, que fueran libres para liberar así también a su corazón. Entonces lo notó: en el camino se empezaba a levantar el polvo, como si algún objeto transitara por ahí a una velocidad considerable. Soltó un grito de emoción, dio una vuelta torpe y poco grácil y se recompuso, lista para recibir a la princesa.

Llegó en un abrir y cerrar de ojos. De un momento a otro la tuvo frente a su ventana, alta y elegante, con un vestido lleno de brillos pero sucio, y una sonrisa de satisfacción que se grabaría para siempre en su memoria. Con toda la calma que pudo reunir, se alejó de la ventana para dirigirse a la puerta. Y la tuvo de frente. Tan bella, tan imponente, tan poderosa y llena de secretos que le habría encantado conocer.

La saludó. Ignoró el carruaje que estaba estacionado cerca y la invitó a pasar. La princesa aceptó. Ella se aseguró de cerrar la puerta con mucho cuidado para que nadie pudiera ver lo que pasaba dentro. Después de un par de palabras de cortesía, se besaron en los labios. Fue un movimiento torpe pero fluido, intenso, pasional, que les quitó el aliento y las hizo sonrojarse. Se sintió feliz. Tal vez no conociera todos los secretos de la princesa, pero se conformaba con que no fuera tan inalcanzable como parecía.

Evitó el pensamiento de que en algún momento encontrarían a un príncipe al que la princesa debería desposar. Ya hablarían de eso cuando llegara el momento, lo mejor sería disfrutar el presente. Así que se siguieron besando toda la tarde.

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