miércoles, 16 de julio de 2014

Maldita sea II

Locura. En esos momentos todo era una locura. Estaba aturdida por el miedo, por las ganas de clavarle la daga en lugar de amenazar con usarla en ella misma, por la estupidez de leer las conversaciones de su novia con... la amante. Debió haberlas borrado, así nunca se habría enterado de que se habían enamorado. Porque todo habría sido diferente si sólo hubiera sido sexo, caricias ocasionales, besos no tan amigables, nada de eso habría importado realmente.

Entonces vio que su novia dejaba de llorar y de decir una y otra vez que lo sentía mucho. Le arrebató la daga sin que notara el momento y comenzó a hacerse heridas en los brazos. Se quedó estática, petrificada, sin saber qué hacer ni qué decir, hasta que decidió que no era su asunto y no tenía por qué importarle. Se tiró a la cama, se volteó para quedar frente a la pared y decidió dormir.

Cuando despertó, su novia estaba acostada en la misma cama, lo más lejos que podía estar. Tenía los ojos rojos y, al fijarse bien, notó que había sangre por todo el lugar. Se levantó, tomó sus cosas y salió de la casa.

Maldita sea, se dijo mientras corría lo más rápido que podía.

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