lunes, 28 de julio de 2014

No quiere al hombre

La mujer no quiere al hombre porque está enamorada de la otra mujer, de la de cuello largo, cintura estilizada, manos suaves y labios carnosos. De esa que vive en la casa de junto, que también está casada, que tiene tres hijos y es la ama de casa perfecta. De la que se llama Clara. A la que disfruta mirar por las mañanas cuando sale a regar las plantas con ese sombrero de ala ancha que hace que a ella se le encoja el alma.

La mujer no quiere al hombre con el que vive, con el que ha vivido desde hace 15 años y al que juró amar frente a un altar y vestida de blanco. Y cuando se le tumba encima para poseerla sólo puede pensar en Clara y en la sonrisa tan radiante que muestra cuando la visita a la 1 de la tarde cada tercer día, justo después de tomar el té y justo antes de despedirse con un casto beso en cada mejilla.

Y el hombre no se da cuenta, aunque a ella le brillen los ojos cuando habla de la amada vecina y se ausente de la casa por las tardes para ir a verla. Y si lo supiera no le importaría, porque lo suyo terminó hace mucho tiempo. Por eso ella se enfoca en Clara, en hacer yoga con ella las mañanas de los fines de semana y en salir de paseo los sábados por la tarde.

La mujer no quiere al hombre porque es lesbiana. Y la palabra le duele, la lastima, pero no porque sea algo malo, sino por no haberse dado cuenta antes. Porque aunque han llegado a besarse en los labios sabe que Clara no dejará a su trabajador esposo, ni a sus adorables hijos, ni a la ordenada casa para vivir una aventura con ella. Por eso llora muy quedito por las noches y se reprocha haberse casado con el hombre.

La mujer no quiere al hombre y la otra mujer no la quiere a ella... La próxima vez se encargará de tomar una mejor decisión.

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