domingo, 11 de mayo de 2014

Trono

Sentada en su trono, por encima de todos. Pero no de ella, porque es más grande que cualquiera. Y ella se acerca sonriente, tranquila, con una fragilidad que acompaña cada movimiento. Se queda de pie enfrente del trono, mirando a la mujer que tiene la dicha de gobernar al mundo y se echa a reír de la nada. "Te ves graciosa con esa corona", se excusa, como si fuera suficiente.

La gobernante también ríe, pero no porque le haga gracia el comentario, sino porque el sonido cristalino en el que se ha convertido la risa de la amada la incita. Se levanta del trono, deja la corona a un lado y besa a la otra sin pasión alguna, apenas un roce para hacer constar que es de su propiedad. Luego se da la vuelta, lista para salir de la gran sala apenas iluminada por unas pequeñas ventanas en la parte superior. Se detiene, voltea bruscamente hacia la mujer y observa cómo hace una burlona reverencia. "Su majestad...".

No la deja terminar, le da una bofetada. La mira y ve que le corre sangre por la comisura de los labios. La mujer hace otra reverencia y se marcha por la entrada principal, la única entrada, de la sala. Y ella permanece allí, sumida en una especie de oscuridad, pensando que nunca debió enamorarse.

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