domingo, 25 de mayo de 2014

Enfermera

Pensó en la enfermera que la atendía por las noches y sonrió. Sintió ese cosquilleo insistente en las manos y ese vacío en la mitad del estómago que le recordaba sus años de juventud. Obligó a su memoria a recordarla, a aferrarse aunque sea a esa ilusión. Por eso memorizó sus detalles: su frente amplia, el cabello recogido en una cola de caballo, la cofia que adornaba su cabeza, la boca de labios gruesos y los ojos ligeramente rasgados.

Pero lo que nunca pudo retener fue su nombre. A veces la llamaba Estela, como a algún amor perdido de sus primeros años, y otras simplemente le decía "hija". Se quedaba despierta varias horas en la madrugada platicando con la joven y a veces lloraba. En esas ocasiones, la joven le pasaba un brazo solidario por el hombro, con delicadeza, como si no quisiera romper sus frágiles huesos, y ella sentía que había valido la pena haber vivido tanto.

Y cuando su mundo se convirtió en una bruma continua, sólo logró distinguirla a ella, pero no como la enfermera que la ayudaba a ir al baño, ni con la que hablaba, ni la que le administraba los medicamentos, sino como la mujer con la que alguna vez vivió un romance con un mal final. El día que murió le dijo que la amaba, aunque ya no articulaba bien y no se le había entendido mucho. Por lo menos le quedó el consuelo de saberse cerca de esa joven, aunque fuese porque a ella le pagaban.

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