miércoles, 21 de mayo de 2014

Maldita desilusión

No sólo se le rompió la piel, también se llevó una buena parte el corazón. Por eso no le importó seguir haciéndolo, seguir clavando la navaja en la piel, provocándose heridas. Notó que estaba llorando y que le dolía más el pecho que el brazo. Recordó entonces que María se había ido tan rápido como llegó, dejándola sola y asustada. Se lastimó más, sólo para confirmar que eso no dolía tanto como el abandono, la traición, la infidelidad y la maldita desilusión.

No se inmutó al ver la sangre ni cuando dejó de sentir las partes afectadas. Las lágrimas se mezclaban con el líquido rojizo en el suelo de mosaicos blancos sobre el que estaba sentada patéticamente. Sonrió pensando el María, en los meses de feliz noviazgo y las veces que pareció preocuparse por ella... Puras mentiras. No le interesaba su bienestar, sólo quería pasar el rato con una mujer, una joven, que no tenía futuro. En ningún momento dejó de llorar y tampoco dejó de trabajar con la navaja.

Llegó al músculo. Estaba furiosa y había perdido el miedo a la vida y a lo que siguiera de eso. No supo a qué hora se desmayó y tampoco le habría importado demasiado. Pero no dejó de sentir y en todo momento tuvo presente que estaba experimentando su muerte. Entonces odió a María más que nunca.

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