En el vivero
más grande de la ciudad. Sí, ahí se estaban revolcando. Entre los
pinitos que pronto serían dados en adopción, sobre la tierra seca que en
unas horas recibiría agua. Los gemidos eran lo menos importante. Era de
noche, el policía no había pasado hacía unas 3 horas y no volvería a
pasar.
Con ropa, sólo desabrochando lo necesario. Sin usar las manos porque
estaban sucias. Se besaban como locas, se agarraban del cabello y se
arañaban la espalda mutuamente. El premio fueron varios orgasmos
intensos. Bendito vivero.
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