Se le pintaron los labios en cuanto terminó de beber el líquido rojo. Dejó el vaso en la encimera, listo para usarse de nuevo, y dirigió una mirada rápida a la mujer que la observaba entre divertida e intrigada.
— ¿Qué es tan divertido? —eligió preguntar con una sonrisa chueca dibujada en su boca pequeña.
La otra no respondió. Se le acercó con velocidad y sigilo, como un animal salvaje que ataca a su presa. Usó el dedo índice para darle un golpecito en la nariz, a modo de juego. Entonces rió, tintineando...
No se pudo contener, le dio un beso rápido en la boca, apenas un roce de labios.
— Sabes a agua de jamaica —afirmó un segundo antes de corresponder al beso superficial con un beso de lengua.
Instantes después, se revolcaban ya en la cama individual que a veces compartían para pasar la noche. Mientras tanto, el vaso seguía sobre la encimera, dispuesto a cumplir su misión.
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