lunes, 7 de abril de 2014

Frente en alto

Llovía. No sabía cuánto tiempo llevaba caminando pero estaba completamente mojada. Cada húmedo paso la alejaba un poco más de la verdad. No sabía por qué esa verdad le dolía tanto si desde el principio lo supo: su compañera de trabajo nunca le correspondería. Esa mañana, cuando le dijo que se sentía atraída por ella e intentó besarla, recibió una bofetada. Y le dolió. Pero no fue el golpe lo que le causó el dolor, sino el rechazo y la certeza de que nunca más podría verla a los ojos.

Había salido de la oficina corriendo y llorando. Estaba segura de que la despedirían pero no le dio importancia al asunto. Sería peor tener que seguir conviviendo con ella, verla cada día, sentir que la evitaba, escuchar los rumores de que salía con el empleado nuevo, notar que ni siquiera la saludaba... sí, todo eso era mucho peor. Y, a pesar de todo, no se arrepentía. No cambiaría la decisión que había tomado, había sido lo mejor. Con ese consuelo fue capaz de mostrar la frente en alto a quien se atreviera a caminar bajo la lluvia y decidió regresar a casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario