viernes, 11 de abril de 2014

Noche caníbal


La amaba. Incluso en medio de esa locura, sabía, estaba completamente segura, que la amaba. Cerró los ojos, luchando por contener las lágrimas, por evitar que la pintura a base de insectos y pigmentos vegetales se corriera. El fuego alrededor del cual bailaba, descalza, casi desnuda, le daba la impresión de apagarse conforme los latidos de su corazón se extinguían.

Llegó el momento. Ella era la elegida para dar muerte a la mujer que amaba. Se acercó con la lanza en la mano, ignorando la resignación desesperada de la otra. Entonces le clavó la lanza en el corazón y observó casi con desagrado cómo sangraba, la mueca en la que se contrajo su rostro... Sólo faltaba cortar el cuerpo, cocinarlo en el horno de barro y comerlo para celebrar esa noche caníbal.

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