miércoles, 9 de abril de 2014

Nuestros tiempos

He encontrado a alguien que me recuerda a ti. Tiene la misma facilidad de palabra y ese don para darse a entender. También esa dicción prácticamente perfecta en español y la misma seguridad en la voz. Y esas ganas de aprender cosas que me hicieron quererte más de lo debido. Por eso no puedo evitar verla y recordarte, y sentir una tristeza aplastante.

Pero no sientas que te reemplazo. No, nadie jamás ocupará tu lugar. Además, a ella le falta ese toque de inteligencia, de fácil aprendizaje que tú tenías; desde luego, piensa rápido, encuentra las palabras con una facilidad que me sorprende... como tú cuando íbamos en la misma clase de inglés y luego en la misma clase de francés, y luego en todos los idiomas mientras lo nuestro duró.

Hoy incluso me he reído con ella porque también tiene un sentido del humor que me hizo pensar en ti, un cierto deje de perversión pícara. Claro, ella es mucho más inocente, porque nadie podrá igualar nunca esos comentarios más oscuros que rojos que hacías cuando comíamos con los compañeros del salón.

¿Sabes? Pensé que podría ser su amiga, igual que fuimos amigas tú y yo. Luego lo consideré mejor y me dije que mantener las distancias era una opción más adecuada porque lo nuestro me marcó, porque no sería igual y era lo que estaba buscando. Por eso, cuando terminó la clase, me despedí rápido y emprendí mi camino, también hacia una estación del metro.

Ay, me encantaría regresar a nuestros tiempos... Cuando caminábamos juntas al metro, me aconsejabas y yo te devolvía el favor, hablábamos de cosas sin sentido y sin lógica y nos burlábamos de todo lo que se nos atravesaba. Ahora veo tus fotos en Facebook y me da nostalgia. Te veo sonreír, correr, salir, viajar, y noto que no es conmigo. Lo siento mucho, amor, fue mío el error. Te dejé ir o me dejaste partir, no importa, ahora ya no tiene caso atormentarse.

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