Comentarios: La
pareja es Ivy Tamwood (vampiresa viva) y Rachel Morgan (bruja terrenal)
de la serie Ranchel Morgan (o los Hollows). Algunas cosas se basan en
aspectos del tercer libro (Antes bruja que muerta). De todas formas,
este fic no tiene spoilers ni nada que impida su cómoda lectura.
Esa vez Ivy pudo separar el sexo de la sangre... y también del amor.
Porque lo único que le hizo sentir Rachel en ese instante fue un deseo
sexual tan grande que incluso lo pudo comparar con los momentos de
locura por la sangre que había experimentado
Se acercó a ella con sigilo, con esos pasos silenciosos que daban los
vampiros, y se colocó a sus espaldas. Notó que la fragancia nueva que le
había regalado, la que servía para que el olor de Rachel mezclado con
el de Ivy no despertara sus instintos de vampiresa, funcionaba. En
efecto, no se sentía tentada a tomar su sangre, no, su sangre no.
Rachel volteó a verla, alerta, con esa disposición para salir corriendo o
para atacar a la que se había acostumbrado después de ese tiempo de
vivir juntas en la iglesia. Pero le sonrió con dulzura. Entonces Ivy
pudo fijarse en el entallado vestido negro que tanta justicia le hacía a
sus pechos pequeños, el cabello pelirrojo encrespado y un amuleto nuevo
que servía de collar.
— ¿Nos vamos? —preguntó la bruja, su bruja.
— Espera, olvido el bolso. ¿Me ayudas a buscarlo? —mintió, excusándose
incluso con un descuido que alguien tan perfeccionista como ella nunca
cometería.
Rachel no notó la mentira, simplemente sonrió murmurando que ya se les
había hecho tarde y entró a la sala. Ivy fue tras de ella, la observó
agacharse, moverse de un lado a otro... y no se pudo contener. De un
momento a otro, se encontró recostada en un sillón, encima de Rachel y
con el rostro muy cerca del de la bruja terrenal.
— Para Ivy, me haces daño —jadeó la sometida. A ella no le importó, sabía que la lastimaría.
La miró a los ojos y vio el miedo, el terror, reflejado en ellos. Temía
que fuera a morderla y se dio cuenta de que sus pupilas debían ser
diminutas.
— No quiero tu sangre. Quiero… tu cuerpo.
Las feromonas de vampiro que había empezado a liberar sin querer
parecieron hacer efecto. Ivy recordó que un vampiro vivo como ella no
podía embelesar a otro ser a menos que este ser lo quisiera. Y Rachel
quería, la deseaba tanto como... Se besaron. Sus labios estaban juntos
por fin, después de tanta espera, y ambas abrían la boca para rozar la
lengua de la otra.
La lengua de la bruja comenzó a deslizarse por los labios de la
vampiresa y el placer casi la hizo llegar a la cima máxima del placer.
Se separaron, sonrojadas y agitadas. Se miraron. Y Ivy volvió a ver el
terror en los ojos de Rachel. Fue en ese momento cuando sintió un golpe y
se vio expulsada del sillón. Su cuerpo se estrelló con la pared y su
excitación se convirtió en sorpresa, luego en indignación y finalmente
en una mezcla de humillación y vergüenza. Rachel había invocado una
línea luminosa para protegerse… de ella.
Las lágrimas acudieron a sus ojos y tuvo que escapar de la iglesia a
toda velocidad. La última visión que tuvo de Rachel esa noche fue su
desaliñado cabello y sus ojos llorosos. Rechazada de nuevo, rechazada
por la mujer que amaba y que deseaba como heredera, tomó una decisión
rápida, se subió a su moto y decidió ir a buscar a Kisten para dejar de
una vez su abstinencia… y volver a beber sangre.
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