sábado, 4 de octubre de 2014

Amargo como el chocolate: 0

0. Prólogo

La conocí por mero error de la vida una mañana calurosa en la que el metro iba atascado. E imposible habría sido no haberme topado con ella cuando prácticamente me estrellé contra sus enormes senos. Enormes, en serio, como todas las partes importantes de su cuerpo: piernas, trasero, pantorrillas... La verdad es que en ese mismo instante quise llevármela a la cama, o que ella me llevara a la cama, lo que más le acomodara.

Por eso le hice plática, de todo un poco, hasta que llegó a su destino y me dio su número de celular. Sí, sin que yo se lo pidiera. En realidad fue una gran pena que me diera por ponerme digna y decidiera llamarle un mes después, porque si hubiera llamado ese mismo día no habría tenido que esperar casi un año para encontrarme totalmente desnuda con ella bajo de la regadera de un hotel no de tan mala muerte en una avenida no tan conocida de la ciudad. Ya no vuelvo a desperdiciar oportunidades, ya no.

Pero la historia no se quedó ahí. Algunas personas nacen con más suerte que otras y yo... bueno, yo sólo nací. Así que me tocó mudarme a un lejano lugar que se encontraba a más de 8 horas de la ciudad donde nos conocimos, nos tocamos, nos complacimos, posiblemente nos enamoramos y nos lloramos, aunque no necesariamente en ese orden.

Lo anterior ocurrió cuando andaba yo por los veintidós. Tengo 27 ahora y hace 2 semanas la volví a ver... No fue un suceso tan dulce como esperaba.


No hay comentarios:

Publicar un comentario