10. Alma
Siente que algo se le rompe
cuando la ve arrancar el auto e irse dedicándole sólo una pequeña última
mirada. Ha sido su culpa y no hay remedio, porque siempre existió la opción de
renunciar al trabajo, de decir que no quería irse, de vencer el orgullo.
Orgullo, ese fue el problema y en realidad no piensa que haya sido tan malo...
Si no fuera porque perdió a la mujer con la que había pasado dos años y se
encontraba sola.
Se niega a dejar salir las
lágrimas, en parte, de nuevo, por ese maldito orgullo. Pero también porque le
parece un gesto inútil, vacío, casi tanto como su cuerpo. Camina hacia su auto
a paso lento, arrastrando los pies y mirando el piso. Llega, se sube, se
acomoda, arranca. Todo ocurre en medio de una bruma que le da una sensación de
lejanía.
Está en su departamento. Se
apresura a meter algunas cosas en la maleta. Ya dieron las 2 de la tarde y sólo
se le ocurre sentarse en la cama a esperar que llegue el dicho día del viaje. Mañana. Le da por revisar su teléfono
cada cinco segundos. Tal vez a Paulina se le haya ocurrido mandarle un mensaje,
dejar su trabajo y su familia para ir con ella... algo, cualquier cosa. No pasa
nada.
Le da hambre. Mira el reloj y ya
son las 6 de la tarde. Empieza a oscurecer. Debió haber comido hace un par de
horas, de ahí que sienta que se va a desmayar. Corre hacia la cocina, abre una
lata de atún, agarra una cuchara y empieza a comer. No quiere encender el
televisor, ni sentarse en el sillón. Todo le recuerda el tiempo que pasó con
Paulina.
Termina de comer. Ignora que debe
lavarse los dientes y se va a recostar en la cama. Empieza a llorar en serio,
con las ganas reprimidas y se queda dormida.
Despierta porque tres alarmas
están sonando. Es hora de irse. No se molesta en cambiarse la ropa, ya lo hará
cuando llegue al aeropuerto de esa otra ciudad, y se ha dormido con zapatos,
así que está lista. Toma su maleta, recoge las llaves del departamento y del
auto, sale, cierra bien y echa un último vistazo. Siente como si se estuviera
despidiendo para siempre de todo.
Se le escurre una lágrima. Por un
momento tiene la certeza de que nunca volverá a estar con Paulina. Aparta la
idea y baja las escaleras del edificio con paso rápido y decidido. Decide no
volver a pensar en eso en un tiempo. Le manda un beso a Paulina, como si
pudiera recibirlo, y se mete en el auto. Sólo le queda esperar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario