jueves, 2 de octubre de 2014

Allí deben quedarse

Estaba llorando de nuevo y ella, Paty, que la abrazaba lo más fuerte que podía y le susurraba lo más coherente que le venía a la cabeza, estaba a punto de echarse a llorar también. Y no se debía a que las lágrimas se le contagiaran sino a que era terriblemente deprimente que la mujer fuera su novia y estuviera llorando por un viejo amor.

Se dejó llevar por el emotivo momento y comenzó a sacar lágrimas también mientras seguía consolando a la mujer con la que estaba pensando terminar. No, eso no. Pero algo habría que hacer para arreglar la situación porque no era nueva, era un suceso que ocurría dos veces por semana y que le estaba sacando canas y formando arrugas.

Explotó. No era justo para nadie y creía que mucho menos para ella. ¡Estaba muerta! Su viejo amor estaba más muerto que el pasto seco del jardín de la casa de su abuela paterna, y eso ya era mucho decir. La tomó por los hombros, la miró a los ojos, a través de lágrimas hacia más lágrimas, y le dijo que los muertos bien muertos debían quedarse, que allí era su lugar.

No esperaba la bofetada pero la recibió de buena gana. También se deleitó con el sonido de la puerta del hogar cerrándose de golpe. Después de todo el dolor del abandono se le pasaría en unos meses... el de ser el mal consuelo jamás habría acabado. Así era mejor.

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