sábado, 21 de septiembre de 2013

Acción nada evasiva

Los rizos se volvían una maraña allá arriba, en su cabeza. ¡Qué fastidio! Se sintió tentada a tomar el peine, el cepillo y algún otro artefacto metrosexual pero prefirió no derrochar energía en ello. Suspiró. No podía seguir parada frente al espejo viendo tremendo espectáculo. Volteó hacia la cama y la notó vacía; las sábanas estaban completamente desacomodadas y aún le parecía sentir el aroma del sudor y… de otros líquidos corporales impregnados en ellas.

En ese momento quiso llorar, jalarse el cabello hasta dejarlo caer y por fin deshacerse de ese desorden. La mujer con la que había dormido la noche anterior se había ido, probablemente enojada e infeliz. Cabe aclarar que nada de ello tenía que ver con su desempeño en la cama, no, claro que no, ella era magnífica en el manejo de la lengua y los dedos… Oh, no era tiempo de burlarse de su persona. Desesperada, se acercó a la pared más cercana y azotó la cabeza contra ella. Dolía. Una más de sus actitudes autodestructivas.

Tomó la sabia decisión de dejar de hacerse daño, de calmarse un poco. Respiró lo más profundo que pudo y contuvo la respiración hasta el punto del desmayo. Bien, con esa cantidad de oxígeno su cerebro trabajaría mejor. Sonrió y después rió. Su risa sonaba ligeramente histérica pero se obligó a mantener el control de sus facultades. Corrió a buscar el celular y marcó el número que ya se sabía de memoria a pesar de haberlo usado una sola vez. Respondieron.

— Perdóname. Quiero salir contigo una vez más —sin esperar la respuesta, colgó. Si le interesaba, si era una afirmación, la mujer llamaría.

Efectivamente. Minutos después, el celular sonaba. Se alegró. Con eso el día había mejorado por completo.

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