lunes, 8 de septiembre de 2014

Momento mágico

Se abrió paso a través de la multitud sólo para encontrarse de frente con un rostro demasiado pálido que difícilmente podía reconocer en ese momento. La terrible idea de la muerte se formó en su mente y se desvaneció tan rápido como había llegado. Porque no podía estar pasando. Guadalupe era demasiado joven, demasiado bella, demasiado buena persona para morir en una fracción de un segundo. Eso no le haría justicia.

Cerró los ojos el tiempo suficiente para ignorar el cuerpo con las extremidades en ángulos extraños que se encontraba a sus pies. Ni la policía ni la ambulancia habían llegado, así que se encontraba entre la clásica gente morbosa que hacía comentarios inoportunos. No la conocían pero varios ya habían metido sus zapatos en su sangre. La idea de que en serio estaba muerta se fue haciendo más sólida. Pero no podía...

Debió haberle dicho que no se arrepentía del beso que le había dado aquella noche que habían salido a un bar. Ella había fingido estar ebria porque estaba muy segura de que jamás tendría otra oportunidad. Debió haberle dicho el nudo que se le formaba en el estómago cada vez que la saludaba por las mañanas al llegar a trabajar o cuando le invitaba una bebida durante el tiempo para comer.

También debió haberle dicho que salía de su casa más temprano sólo para encontrarla en el momento exacto en el que salía del metro y así poder caminar con ella unas cuantas cuadras, y luego subir juntas en el ascensor que a veces estaba tan lleno que tenían que ir muy juntas. Debió haber hecho tantas cosas. No pudo evitar ponerse a llorar, caer de rodillas a lado de su cuerpo que pronto se marchitaría, quitarle el cabello ensangrentado de la cara y repetirle cuatrocientas veces que siempre estuvo enamorada de ella. Habría sido un momento mágico si no hubiera estado muerta.

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