— No lo sé —respondió bajando la
cabeza, fijando la mirada en sus zapatos llenos de lodo. A pesar de sus
esfuerzos, se había sonrojado.
— Anda, dime que vendrás conmigo
a casa.
No respondió. Claudia era una
mujer insistente pero no podría con ella. Conocía sus intenciones... y no
estaba segura de querer tener sexo ese día, con una mujer, en una casa que no
era suya. Todo estaba en su contra.
— Responde por las buenas o te
drogo y te violo —amenazó y se oyó bastante convincente.
Magda fijó su mirada en Claudia y
por un breve instante sintió miedo. Perdió todos los deseos de resistirse pero
siguió haciéndolo por mero pasatiempo. De todas formas, no la creía capaz.
— No, no soy capaz de drogarte. Sí
de violarte, preciosa —la pausa entre las dos oraciones había sido una buena
estrategia de intimidación.
Se le fue el color de la cara al
notar que había adivinado sus pensamientos. Trató de pensar rápido y sólo pudo
amontonar palabras e imágenes sin sentido en su cabeza. Decidió, aunque no supo
bien qué.
— De acuerdo. Pero si no me gusta
tendrás que invitarme a comer por una semana.
— Vale. Aunque creo que tú me
invitarás a comer —luego rió. Magda se distrajo tanto por esa risa que no notó
que Claudia se le había acercado. Lo notó cuando el beso ya manchaba su boca.
El único pensamiento coherente
que se asomó a su mente fue que la invitaría a comer las veces que quisiera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario