— ¡Qué mierda! —el grito se oyó
bastante desesperado. La mujer se retorcía con ahínco… hasta que notó que sólo
empeoraba la situación—. Saca esa cosa de mí, ¡sácala!
— ¿Te duele? —la pregunta parecía
más bien una burla. ¡Pues claro que le dolía! Traía puesto un arnés y lo que
estaba al otro lado, dentro de la mujer sobre la cual en ese instante se
encontraba, estaba por completo dentro de la vagina ajena. Eran… ¿cuántos? ¿15
centímetros de largo y bastantes de ancho?
— Carajo… D-duele muchísimo, ¡sácalo!
—se quedó muy quieta, así el dolor disminuiría. Entonces, alzando la mirada,
vio en los ojos de esa desgraciada un atisbo de maldad—. No, no, no, ¡¡no!! —como
lo pensó, empezó a moverse, a sacar ese falo artificial hasta la mitad y a
encajarlo de nuevo hasta el fondo.
La mujer que se movía con frenético
placer comenzó a sonreír. Era una lástima no estar haciéndolo con sus dedos o
con algo que le perteneciera. Pero debían probar de todo.
— Eres una maldita… pervertida —empalada
como estaba, comenzó a gemir. El dolor seguía punzándola. La estaba rompiendo y
no volvería a permitirlo.
La otra no aguantó. Salió,
haciendo que la parte pasiva de esa relación gritara, se quitó el arnés y empezó
a usar sus dedos. La penetró con dos. Estaba tan apretada y se contraía tanto…
Se pasó la lengua por los labios antes de comenzar a moverse y abrazó con
fuerza a su novia mientras ésta tenía un orgasmo. Se quedaron quietas y
abrazadas, sudadas.
— Tonta pervertida. Me debes una —murmuró.
Pronto se vengaría y su novia sabría qué se siente tener algo ajeno dentro.
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