miércoles, 21 de agosto de 2013

Huracán

Y entonces vienes, te acercas, intentas darme un beso en la mejilla, de esos que son por cortesía, y me haces sentir mal. En lugar de voltearme, como es mi sana costumbre, te respondo de buena gana, con mis labios sobre tu mejilla, sintiendo el roce de tu piel que de otra forma no sentiría. ¡Ojalá fuese tu boca! ¡Ojalá no estuvieras saliendo con ese estúpido tipo que se parece tanto a mí pero “en hombre”!

Me agarras de la mano, me jalas, me llevas a cualquier parte. Soy tu muñeca, estoy a tus pies, hago lo que quieras porque me gustas demasiado para negártelo. Luego me dejas tirada, abandonada, para irte con aquél. Después regresas a contarme tus anécdotas y sufro, lloro por dentro, muero de celos, ¡no quiero oír! ¡Cállate, cállate! No me importa si te tocó los senos, si te besa muchas veces en los labios, si ya... ¡No me importa!

Me lastimas, me lastimas, pero sigo a tu lado con esta media sonrisa, sufriendo, yendo a las tortuosas consultas del psiquiatra porque no me dejas vivir pero no puedo hacerlo sin ti. Llegas de nuevo, un huracán en mi vida, desearía no llevar tantos años ocultando este sentimiento, pero siempre será así, ¿me oyes? No pienso separarme de ti, aunque me muera en el intento.

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