La volví a ver años después. Pasó tanto tiempo
que ya casi no la recordaba, ya era un punto negro minúsculo incrustado en
alguna parte recóndita de mi cuerpo. Ella me vio también, como con duda, como
preguntándose si era yo aquella la mujer que hace mucho conoció o si realmente
era todo una simple confusión.
Yo nada más la vigilaba de reojo, como para
salir corriendo en el momento más oportuno. Y cuando el momento de correr
llegó, mis piernas se acobardaron y se quedaron atadas dentro de un pantano
inexistente. Mil ideas se agolparon en mi cabeza pero no logré transmitir
ninguna.
Vi cómo comenzaba a decir algo mas mis oídos
no servían. Un vacío me estaba tragando. Colocó una mano blanca y regordeta en
mi hombro y desperté:
— ¿Qué decías? —murmuré arrastrando las dos
palabras.
— Que si eres… —cuando oí que decía mi nombre,
un nuevo abismo se abrió bajo mis pies, mostrando toda su temible oscuridad.
— Sí, ¿de dónde nos conocemos? —proferí con
curiosidad, tratando de deshacer cualquier relación con esa mujer.
— Soy… —y pronunció su nombre tal y como lo
recordaba, el mismo que llevaba calamidades a todas partes.
— Ah, hola, ¿cómo has estado?
Admito que quería ponerme a llorar. Tal vez
era por el miedo que experimentaba, por el vacío o por la sensación de haber
perdido algo para siempre. Lo que sé es que no lloré porque a ella le hubiera
complacido y, desde que descubrí su traición, me hice prometer que nunca iba a
actuar como ella quisiera. Por eso nunca la busqué ni pensé en ella más que
para vengarme.
Me contó que se había divorciado hacía poco.
Se había casado con su novia de siempre pero esa relación nunca había
funcionado y recién se habían dado cuenta. Yo prefería no contarle nada,
decirle que era un placer haberla visto aunque en realidad hubiera sido una
puñalada en no sé dónde y marcharme.
Sin embargo, como siempre, en lugar de todo
eso, mi boca empezó a expulsar palabras sin sentido. Así le dije que no me
había casado y que salía con chicas de vez en cuando, sólo como amantes, pero
omití que desde que terminé con ella no pude rehacer mi vida.
Cuando
terminé de hablar, se rió con esa inconformidad que yo había conocido a fondo y
me preguntó si podía ser mi amante por una noche, sólo una noche más. Me
pareció que todo era como antes. Estaba a punto de decir que no pero me besó y
reviví el tiempo que estuvimos juntas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario