viernes, 22 de marzo de 2013

El día que todo cambió un poquito



Karina estaba segura de que Nancy había estado con otra mujer y eso le preocupaba. Desde que había comenzado a salir con ella como algo más que amigas —nunca habían definido del todo el estado de su relación—, sabía que Nancy seguía acostándose con uno que otro hombre que le era atractivo. Pero eso no le causaba problemas pues un hombre nunca podría igualar a una mujer.

Allí residia el problema: una mujer tenía lo mismo que ella, mejor o peor puesto. Y aunque Karina era bastante atractiva (rubia, senos y trasero prominentes, labios carnosos y ojos claros), le temía a la competencia. No sabía quién era esa otra mujer, tal vez era mayor, o una chiquilla de secundaria o, lo peor, una joven de su edad.

Ese día estaba decidida a encarar a Nancy para que de una vez por todas le dijera la verdad y tal vez, después y con un poco de libertad, podrían hacer un trío y Karina tal vez encontraría el porqué de esa traición que, pensándolo bien, no podía llamarse del todo así porque lo suyo era muy abierto y, aunque Karina había dejado de acostarse con otras personas, no le había pedido nada a Nancy.

Y el mejor lugar para pedir cuentas y limar asperezas era el baño de la escuela. A la 1:20pm, cuando nadie se preocupaba por lo que pasaba con los compañeros ya que faltaban sólo 10 minutos para irse a la bendita casa, Karina le mandó una notita a Nancy citándola en el baño. En menos de dos minutos, Karina ya la había encerrado en un cubículo y tomaba la iniciativa en los besos, reviertiendo los papeles usuales.

Nancy se sonrojó cuando sintió las manos de Karina en sus senos y después bajo su falda. Por puro instinto, o tal vez costumbre, detuvo un poco a la bella rubia tomándola por los hombros. Notaba algo... diferente en ella.

— ¿Qué pasa?

— Sé que te acostaste con otra mujer y que lo disfrutaste.

Nancy reprimió el instinto de reír a carcajadas y de llorar de tanta diversión.

— Me acosté con otra mujer pero no lo disfruté... tanto como contigo.

La sinceridad de Nancy exasperaba a Karina y, por el conjunto de todas las emociones, comenzó a sollozar porque ni siquiera tenías fuerzas para llorar.

— No llores, tú me gustas más.

— O sea que a pesar de todo te gusta —susurró acabada.

Nancy no supo qué decir. Era una pregunta muy difícil de responder. Ella siempre había sido así: si alguien le gustaba, se iba a la cama. Así la había conocido Karina e incluso eran compañeras en los tríos. Luego algo más había surgido y Nancy, claro, pensó en dejar esa vida pero aún no se animaba.

— No vayas a llorar —dijo por fin y le dio un beso en la frente.

Karina no lloró. Pero, desde ese día, todo cambió un poquito. 

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