jueves, 18 de agosto de 2016

[Butterfly] 26. Labios



XXVI. Labios


―Enséñame a nadar.

A Erica le hace gracia la petición dicha en voz baja, como si se tratara de un secreto.

―Tú ya sabes nadar ―responde apenas abriendo los ojos. Allá arriba, en el árbol debajo del cual están acostadas, alcanza a ver la cola de una ardilla.

―No. Quiero nadar como tú ―insiste Marisol, que se ha incorporado y se ha acercado más a Erica.

―Nadas casi tan rápido como yo ―murmura cuando decide abrir los ojos por completo. Se encuentra de frente con la cara redonda e infantil de Marisol―. Nadas bien.

Marisol no se mueve. Erica tampoco.

Erica empieza a ponerse nerviosa debido a la proximidad, así que mejor se dedica a memorizar los detalles: las cejas sin depilar, la nariz ligeramente ancha, las mejillas tersas, nuevas, sin tantas lágrimas amargas, los labios amplios, limpios de brillo o labial.

Parpadea lentamente y en esa fracción de segundo siente los labios de Marisol sobre los suyos. Abre mucho los ojos a pesar de que se trata de un beso superficial, un contacto prolongado. No se mueve. Intenta que el calor no le llegue a la cara.

Marisol rompe el contacto. Tiene la cara roja y su respiración está agitada. Erica no sabe cómo reaccionar. De todas las cosas que le pasan por la cabeza, la principal es que Marisol es casi 10 años menos que ella y que eso no está bien de ninguna manera.

Marisol se pone de pie de repente, con brusquedad, y se echa a reír, aún con la cara roja. Erica nota que el corazón le está latiendo muy fuerte y que las manos, apretadas en puños, le sudan mucho.

―Deberías ver tu cara ―dice Marisol entre risas que a Erica le parecen incómodas y falsas―. No creí que te quedarías pasmada. Creí que a tu edad ya nada te sorprendía.

Erica se sienta, respira profundo.

―¡Oye! Tampoco es como si fuera tan vieja... ―reclama, convenciéndose de que lo mejor es tomar todo como un juego.

Mira el reloj. Faltan quince minutos para las seis, hora de irse.

―Ya vámonos, Marisol, no quiero llegar tarde y que el entrenador nos ponga algún castigo.

Se pone de pie y toma sus cosas. Marisol se le acerca, le toma la mano, entrelaza sus dedos con los suyos. Es la primera vez que le agarra la mano y el contacto le parece demasiado íntimo. Erica se aclara la garganta. Entonces Marisol comienza a caminar hacia la alberca.

No hace nada por soltarse, simplemente la sigue. Algo se agita en su pecho y reconoce que se trata de miedo. Suspira. Por lo menos le queda el consuelo de que llegarán a tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario