XXV. Chocolate
Respira profundo, contiene la
respiración y repite las palabras mentalmente. Lleva todo el día haciendo lo
mismo pero aun así está segura de que olvidará lo que tiene que decir cuando
llegue el momento de ver a Erica de frente, sobre todo después de lo que pasó
hace unas tardes.
Toca con cuidado el pequeño
paquete que lleva en la bolsa frontal de la sudadera y de nuevo repite el
pequeño discurso que preparó cuidadosamente hace dos noches, justo antes de
quedarse dormida. Tuvo suerte de recordarlo intacto a la mañana siguiente.
―¿Lista? ―reconoce la voz y su
cuerpo, que estaba recargado cómodamente en una de las paredes exteriores de la
alberca, se queda rígido debido al miedo. Está sudando tanto que le parece que
va a derretirse dentro de poco.
Toma mucho aire, tal vez más del
necesario y entonces se da cuenta de que ya olvidó lo que debía decir. No le
queda más remedio que improvisar.
―Ericatetrajeestoesperoqueteguste
―no sabe si Erica entiende lo que le dice pero no le importa. Contiene las
ganas de llorar, saca rápidamente la barra de chocolate adornada con un pequeño
moño rojo y se la extiende a Erica.
Erica se queda inmóvil un momento
y su cara adquiere un tono ligeramente rojo. Toma el chocolate, baja la mirada.
―Gracias ―murmura apenas.
―Feliz día del nadador ―agrega.
Esa parte sí la ha recordado aunque le parece que ya es un poco tarde.
Erica se repone, sonríe
levemente. Guarda el chocolate y comienza a caminar sin mirar directamente a
Marisol. Marisol la sigue.
―Te veo mañana ―dice cuando
llegan al lugar en el que siempre se separan.
―Sí, nos vemos. Y… en serio
gracias.
Marisol se queda parada
observando a Erica alejarse y sus miradas se cruzan cuando la chica mayor
voltea hacia atrás. Le dedica una sonrisa y sigue su camino. Marisol sólo
permanece allí; aún no sabe cómo pero sabe que no puede continuar así.
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