Escucha el viento mecer las hojas. Shh, si sigues hablando del amor y
sus ochenta maravillas no prestarás atención y me enojaré, ya sabes cómo
soy. Anda, así está mejor, quédate quieta muy quieta, acurrucada en mis
brazos como si quisieras ser parte de mí. Ahora míralo todo: el sol que
se oculta y adquiere ese color anaranjado que me fastidia de tan
bonito, los peces que saltan del río y fácilmente podríamos pescar, esta
especie de arena sobre la que nos sentamos...
Y alrededor de todo esto, de nosotras, está el viento. Siente su roce
amargo, voraz, como el de un amante enfadado. Siente cómo toca tus
manos, tus pies desnudos, tus labios delgados... tus senos ahora
expuestos bajo mis manos. Olvida que estamos a unos metros del pueblo,
que cualquiera puede pasar y vernos, que esto no está bien. Concéntrate
en la música de nuestros cuerpos pulcros y las hojas, las hojas cayendo lejos de nosotras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario